Los datos son preocupantes. Cuatro de cada 10 niños españoles de seis a nueve años tienen kilos de más: el 23,3% de los pequeños está en niveles de sobrepeso y el 17,3% sufre obesidad, una acumulación excesiva de grasa que puede ser perjudicial para su salud. Estos son algunos de los datos que aporta el estudio Aladino 2019, presentado por el Ministerio de Consumo. Y la pandemia por coronavirus no ha ayudado a mejorar esta situación. Los expertos inciden en que, desde el comienzo de la crisis sanitaria, “en las consultas de pediatría se está viendo que en los niños y niñas ha habido un aumento de peso durante el confinamiento”. Y la vida actual no ayuda haciendo que los más pequeños pierdan horas de educación física y saliendo tan solo un rato al recreo, donde pueden jugar o moverse en unos metros delimitados en el patio, o que puedan tan solo dar un paseo por la calle o por los parques en los barrios en los que siguen abiertos.
Primer paso, ser consciente de que tu hijo tiene sobrepeso
Es fundamental que los padres sean conscientes de que su hijo tiene sobrepeso. Muchas veces los progenitores no lo son. Pero realmente, y según explican los expertos, lo son, “pueden ser conscientes, por ejemplo, cuando la ropa les queda estrecha y es entonces cuando se deben preguntar si el niño come de forma más ansiosa; picotea todo el día; busca solo alimentos muy grasos o azucarados o tiene, o no, opciones de movimiento”,
“Si, por lo que sea, no detectamos este picoteo, que no come ansioso o vemos que está mejor que en los meses anteriores, lo más probable es que gracias al movimiento del que pueda disfrutar y a la vuelta a la semirutina las cosas vuelvan poco a poco a su cauce”, subraya Barbero. En cambio, si persiste la situación y sigue cogiendo kilogramos y se siente mal por ello, “aquí hay que consultar al pediatra. El médico primero valorará si su peso y su talla mantienen su percentil, cómo son sus hábitos en estos momentos de alimentación y movimiento, y si está habiendo factores emocionales estresantes y, con todo eso, el experto asesorará a la familia”.
“Es importante que antes de informar de la situación de obesidad se conozcan los hábitos de la familia, sus posibilidades socioeconómicas y si hay factores emocionales que puedan estar contribuyendo, porque el propio diagnóstico puede aumentar el sufrimiento de las familias, en ocasiones, y del propio menor”, añade Barbero.
Según mantiene la experta, si realmente tienen hábitos de alimentación, sueño y movimiento saludables, y no se detecta un sufrimiento emocional, “vale la pena ser muy cautos, tanto con el diagnóstico como con nuestro asesoramiento”. Si por el contrario, los hábitos de la familia no son saludables, o vemos que hay condicionantes sociales detrás de esa obesidad, es importante revisar qué posibilidades reales hay de modificar eso. Según Barbero, hay niños que comen solos en casa desde los ocho años, por el trabajo de mamá o papá, o familias que no pueden permitirse comer fruta o verdura, o que no saben organizarse para comprar y organizar la comida de la semana: “En estos casos es muy importante valorar cuál es el factor principal e intentar incidir en él de forma muy respetuosa”. Y recuerda que en el caso de que un menor coma de forma compulsiva es muy importante “hacer una valoración psicológica del problema antes de incidir en los hábitos de alimentación y movimiento”.
La importancia de moverse para combatir la obesidad
El ejercicio es un pilar fundamental para mantenerse en óptimo estado dxe salud y ayuda a adelgazar porque quema calorías. Pero se debe seguir siempre un plan de entrenamiento adaptado a cada persona y a cada circunstancia. “La obesidad en sí es un factor de riesgo cardiovascular, aumenta la probabilidad de ser diabético, hipertenso, colesterol alto y, además, hay determinados ejercicios que una persona obesa no es capaz de realizar. Por tanto, la persona obesa siempre debe ser valorada por un médico antes de comenzar a hacer ejercicio”, reitera Vicenta Llorca, médica.
“En general se podría empezar por caminar tres o cuatro veces por semana durante 30 minutos e ir aumentando progresivamente el tiempo y la intensidad según la respuesta y a la pérdida de peso, pero siempre bajo supervisión médica”, explica el experto. Además de caminar, se podría nadar, correr, hacer pesas. “Personalmente, me gusta recomendarles yoga, porque se aprende a integrar cuerpo y mente, a respirar correctamente y acorde con el ejercicio a realizar”, termina este experto.
Un pequeño esfuerzo paternal en plena pandemia
Hacer un pequeño esfuerzo para que nuestros hijos practiquen un poco de ejercicio físico cada día puede ayudar a que su salud mejore, según retoma la pediatra Ana Barbero. “En los lugares donde las medidas de confinamiento y el número de casos de la covid-19 lo permitan, recomiendo salir a caminar o a hacer ejercicio como correr o ir bici como mínimo los fines de semana, yendo a algún lugar de naturaleza cercano donde haya poca gente, por ejemplo”, explica la pediatra. “Entre semana”, prosigue, “ir y volver caminando de la escuela, o al salir dar un pequeño rodeo paseando antes de llegar a casa, ayuda”.
¿Y en los lugares con más incidencia? “Aquí sería bueno retomar los recursos que se plantearon durante el confinamiento: desde videos de YouTube con ejercicio para niños hasta clases online dirigidas a los más pequeños y jóvenes de yoga, danza u otras modalidades. O directamente bailar un ratito con nuestros hijos”. La experta mantiene que si se tienen videoconsolas con juegos que impliquen movimiento, también puede ayudar: “Siempre buscando un elemento de disfrute”.
El mejor ejercicio es el que el niño disfrute
El mejor ejercicio es siempre el que el niño y adolescente disfrute y sea factible, y lo pueda asimilar la familia: “Lo más importante es que se convierta en un hábito, en algo que busque, a lo que no le cueste demasiado ponerse, sobre todo cuando ya lleve un tiempo. Por eso hay que intentar ofrecer diferentes posibilidades de movimiento, hasta que encontremos algo que de verdad le estimule. A veces el elemento grupo o equipo puede ayudar mucho. Recordemos que el ejercicio es enormemente beneficioso e imprescindible para todas las áreas de la salud, no solo para combatir o prevenir la obesidad, también para mejorar el rendimiento cognitivo, la atención, la regulación emocional, el sueño. Es el ejercicio en sí, más el lugar donde se realiza, más la gente con la que se realiza lo que generará la combinación idónea para nuestro hijo”, señala Barbero.
“Yo recomiendo la danza, tanto para niños como para niñas. Porque tiene un elemento muy importante de aceptación corporal y disfrute del propio cuerpo. Recordemos que la obesidad es hoy en día un estigma, y que los menores viven con rechazo hacia su cuerpo. El deporte de equipo, como he dicho, puede ser también muy beneficioso, pero hemos de buscar un entrenador que de verdad pueda incluir al niño, y estar muy atento a las señales de gordofobia que probablemente se darán tanto en el propio niño o adolescente como en el equipo e incluso en los padres y madres”, termina Barbero.
LA PANDEMIA IMPULSA EL PÁDEL ENTRE LOS NIÑOS
El deporte en equipo para niños y jóvenes es muy positivo, aprenden que para conseguir un logro es necesario un esfuerzo previo, coordinarse con otros compañeros para un objetivo común, que no todo llega de forma inmediata, disfrutan de los logros, aceptan las derrotas pero, sobre todo, aprenden a divertirse conjuntamente. Además, “fomenta la socialización, el apoyo mutuo, la colaboración conjunta, previene y combate la obesidad, favorece la relajación y la liberación de estrés. Ahora que ha empezado el curso escolar es un momento ideal para empezar”, concluye Llorca. El consumo del pádel se ha incrementado después del confinamiento en estos tiempos de pandemia porque se trata de un deporte que combina tres importantes factores para minimizar el riesgo de contagio. “Se trata de un deporte sin contacto, a diferencia del fútbol o baloncesto, donde los choques entre jugadores aumenta las posibilidades de contagio”, explican desde Padelzoom. Según inciden, además, es un deporte donde juegan únicamente cuatro personas, haciendo más fácil organizar partidos entre conocidos (lo que da más confianza frente al virus), y estas personas se distribuyen en un campo de 200 metros cuadrados, “haciendo muy complicada la propagación del virus al estar los jugadores distanciados entre sí. Todo esto va unido al ya conocido gran carácter social que el pádel tiene como medio para pasar momentos agradables con familiares y amigos y sumado a que la curva de aprendizaje hace que en poco tiempo se adquiera el nivel suficiente para disfrutar de este deporte”.