Ni los llantos ni los cólicos típicos: una madre cuenta a A TU SALUD el Vía Crucis que pasan las familias con este problema
Mientras mamaba estaba muy revuelto y tras la toma, al poco tiempo, se ponía rojo, no paraba de llorar, se arqueaba y hacía unas caquitas muy muy líquidas y muy raras… También tenía muchas regurgitaciones y vómitos… Fue horrible». Es el testimonio de Paula, madre de Jaime, nacido en abril de 2022 y con alergia a la proteína de la leche. «Cuando conseguíamos calmarle –prosigue– y que durmiese veinte minutos ya tocaba otra vez la siguiente toma. Y vuelta a empezar. Estuvimos literalmente tres semanas sin dormir más de media hora», recuerda.
Desde que el bebé tenía pocas semanas esta familia sufrió un calvario. «Todo el mundo nos daba consejos de su experiencia. Decían que quizás no agarraba bien el pecho, que serían cólicos… Yo no tenía ni idea de que la alergia a la proteína de la leche se pudiera presentar en recién nacidos que están tomando el pecho», señala la madre de Jaime.
Y es que esta situación no es muy común y es frecuente no caer en la cuenta de que la alergia pueda ser el problema. Como se presenta en lactantes se conoce como alergia a la leche materna, pero, en realidad, lo que ocurre es que a través del pecho se transmiten al bebé proteínas de algún alimento que ingiere la madre y al que el bebé es alérgico.
Que haya reacción cuando un bebé que amamanta tiene alergia no es lo más común, según Carmen Diéguez, presidenta del Comité de Alergia a los Alimentos de la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (Seiac). «De hecho, cuando se hace un diagnóstico de rutina, no se les indica a las madres que lo eliminen de su dieta o que dejen de amamantar», afirma. «Estas restricciones se dejan para casos especiales –explica–, cuando se observa que el niño al tomar el pecho se muestra irritado, presenta reacciones dermatológicas o se retuerce como si tuviera dolor».
«Hay un cierto componente genético. El rasgo mayor que indica esta predisposición es la aparición de una dermatitis atópica», asegura esta especialista. Esto puede poner en alerta al pediatra. «También intervienen factores ambientales. Se dan más casos en las sociedades más desarrolladas, industrializadas», puntualiza.
El caso de la leche es más problemático puesto que es el único alimento que se ingiere durante los primeros meses de vida. «El caso de Jaime era tan evidente que con tres semanas los médicos ya nos dijeron que sería alergia», explica Paula. Tuvo que abandonar la idea de darle el pecho y empezar a alimentar a su bebé con biberón y leche hidrolizada. Esta es una fórmula específica para estos casos que presenta las proteínas divididas y que subvenciona la Seguridad Social. Enseguida notaron los cambios. «Nos confirmaron el diagnóstico cuando Jaime tenía dos meses con una analítica en la que la inmoglobulina E le salió alterada», continúa.
«En un número importante de niños, este tipo de alergia se supera con la edad», señala Diéguez. De hecho, Jaime obtuvo con diez meses una analítica que afirmaba que había superado la alergia.
Es importante subrayar que no es lo mismo alergia a la proteína animal de la leche que intolerancia a la lactosa. Esta es una azúcar de la leche, no es una proteína. «Hay grupos de población que genéticamente no están preparadas para seguir consumiendo leche llegados a cierta edad y pierden la capacidad de digerir ese azúcar. Si la consumen presentan los síntomas típicos de la intolerancia. No es el caso», afirma.
Intolerancia versus alergia
En general, no hay que confundir alergia con intolerancia. La primera es una respuesta inmunológica y reacciona a las proteínas. «Si una persona tiene anticuerpos a ese alimento y lo consume, al cabo de una o dos horas, o incluso antes, su piel empieza a presentar ronchas o rojeces que pican. Este cuadro se puede complicar con vómitos, diarreas y dolor de tripa. En casos más graves pueden aparecer problemas respiratorios, con dificultad para tragar, y en situaciones extremas este escenario puede desembocar en anafilaxia», explica Diéguez.
El mecanismo de las intolerancias es distinto. Las más conocidas son a la lactosa o al gluten. En estos casos, nada más comer, aparece inflamación del vientre, urgencia de evacuación o vómitos. «Puede haber complicaciones crónicas a largo plazo si no se evita el alimento en cuestión pero nunca hay un desenlace fatal», asegura.