El sentido del humor es un catalizador infravalorado para educar a los niños y sentar bases para una visión optimista de la vida que ayuda a gestionar la frustración
La risa y el sentido del humor no se suelen contemplar como maestros de vida. Sin embargo, son grandes aliados para enseñar a los más pequeños a desdramatizar los reveses del día a día. “La educación de los niños está muy teñida de lo que tiene que ver con el no poder reírse. El sentido del humor está infravalorado. Está desapareciendo esa capacidad de reírnos de nosotros mismos; quitar hierro a las cosas y no verlo todo tan serio ni tan grave, en general”, comenta Tristana Suárez, psicóloga y terapeuta Gestalt.
La risa no se contempla, en general, como políticamente correcta en los parámetros educativos de niños y jóvenes. “Parece que el sentido del humor, casi, está perseguido. Se transmite, en general, a los niños que todo es preocupante; grave; irreparable. Hay carencia de sentido del humor y de la ligereza de poder entender que las cosas en la vida son siempre mucho más relativas y solucionables. No todo son traumas y caminos que se cierran. Hay mil maneras de resolver las cosas. Sin sentido del humor vemos más problemas de los que hay, realmente”, comenta Suárez.
A pesar de que el sentido del humor está infravalorado, se trata de una habilidad que requiere diversas capacidades como “entender, profundizar, relativizar, desdramatizar, ser empático. La falta de sentido del humor es el origen de casi todos los males que nos aquejan y, en especial, de los conflictos dentro de la familia. Una persona con sentido del humor es un estupendo ejemplo y modelo para los niños que estén a su cargo; un adulto realmente maduro, porque el humor es una capacidad que lleva tiempo e inteligencia desarrollar”, añade la psicóloga Tristana Suárez.
Esta habilidad es un puente para “establecer una relación positiva con los niños, que ayuda a establecer un vínculo sano y un apego seguro. Está muy ligado a la liberación de determinados neurotransmisores, como la dopamina, que se liberan cuando vivimos experiencias positivas, lo que produce cierto placer e induce a querer que esa experiencia se repita. Sería, algo así, como provocar que la relación con nuestros hijos actúe como una recompensa para el cerebro”, argumenta Soraya Rebollo, psicóloga especialista en niños y adolescentes del Centro Médico Griñón y orientadora en el Colegio Pasteur de Madrid.
Los niños tienen incorporado el sentido del humor en sus juegos
Los pequeños entienden el mundo que les rodea, en general, con sentido lúdico y del humor. “Sobre todo en los primeros años de vida, su percepción del mundo está muy relacionada con aspectos como el juego y las emociones. Si nos paramos a pensarlo, su manera de expresarse y de relacionarse con los demás siempre va muy ligada a ello, así como el aprendizaje. Es innegable que establecer una relación positiva con los niños, a través del afecto y del sentido del humor; con momentos de ocio compartidos, ayuda a establecer un vínculo sano y un apego sano”, explica Rebollo.
Los progenitores con sentido del humor son un estupendo modelo para sus hijos a la hora de gestionar las diversas situaciones que se plantean en la vida, incluso las más dramáticas. “La actitud que mostramos los adultos, como suele ocurrir, es un aspecto importante a tener en cuenta. Somos los modelos de actuación para nuestros hijos. Así, la reacción o lo resolutivos que seamos frente a las situaciones que se nos plantean, determinarán, de alguna forma, cómo las enfrenten ellos. Si somos capaces de ver las cosas de manera positiva o incluso de tomarnos las pequeñas adversidades con sentido del humor, influiremos en cómo las gestionen los pequeños de la casa”, añade la psicóloga Soraya Rebollo, que aconseja varias pautas para que los padres incorporen el sentido del humor a sus vidas y ayuden a que sus hijos también lo hagan:
- Crear un clima positivo y de confianza. En este sentido, suele funcionar el hablar con ellos de lo mejor que nos ha sucedido durante el día o de alguna anécdota graciosa.
- Jugar con nuestros hijos. Cuando son más mayores se pueden compartir actividades de ocio que motiven a todos los participantes.
- Bromear. Aunque las normas y los límites son importantes, conviene dejar espacio para las bromas, los chistes e incluso para hacerse cosquillas. Hay que recordar que la risa tiene varios beneficios psicológicos, como favorecer la relajación o reducir el estrés. La risa tiende puentes para favorecer las relaciones sociales y mejorar la comunicación.