Los cuidados de confort se definen como las intervenciones destinadas a satisfacer las necesidades del paciente, atendiendo a su bienestar físico, psicológico y espiritual. Por tanto, el objetivo es conseguir la mejor calidad de vida posible hasta la llegada de la muerte.
En el hospital, se procura involucrar a la familia en estos cuidados, lo que les reporta un gran alivio emocional al sentir que pueden colaborar en la atención al ser querido. En el domicilio, la labor de enfermería se centra en enseñar a la familia a llevar a cabo estos cuidados de la forma más práctica y eficaz posible.
De esta forma, el bienestar del paciente y su familia se traduce en lo que clínicamente se denomina confort.
La Real Academia de la Lengua Española (RAE) lo define como aquello que produce bienestar y comodidad. En este aspecto, hay que tener en cuenta que la percepción de confort es subjetiva.
Es decir, conseguir el máximo bienestar requiere de una serie de medidas específicas, realistas, proporcionadas y adaptadas al entorno del paciente. Por ello, el primer paso es establecer una relación de confianza con el paciente y su familia, que les ofrezca tranquilidad y seguridad.
La planificación la realiza el equipo asistencial a través de unas medidas generales y las intervenciones pertinentes. En este sentido, alguna de esas medidas son:
Revisar la medicación y suspender aquella que no tenga un efecto inmediato.
Preparar una vía alternativa a la oral, por si esta se pierde, para asegurar la medicación.
Asegurar la disponibilidad de los fármacos que necesita el paciente.
Evitar pruebas a intervenciones molestas e innecesarias: analíticas, aspiración de secreciones, movilizaciones excesivas…
Revisar la historia del paciente y registrar el nuevo tratamiento y los cuidados oportunos.
Disminuir la poli-medicación de los pacientes.
Además de estas medidas generales, también hay que tener en cuenta que existen muchos elementos que pueden afectar a la calidad de vida del paciente. Por tanto, también hay que tomar medidas ambientales y físicas.
En las medidas ambientales se encuentran, por ejemplo, una habitación individual si el paciente está ingresado, temperatura adecuada, luz indirecta, evitar ruidos estridentes o secos, organizar las visitas y proporcionar un ambiente de respeto hacia el paciente.
Por otro lado, en las medidas físicas está la higiene, los cambios posturales, facilitar la posición natural del enfermo durante el sueño, los cuidados de la piel y de la boca y masajes relajantes.
Hay que destacar que los cuidados dirigidos a las actividades básicas de la vida diaria son los pilares en los que se sustenta la calidad de vida del paciente, que se encuentra en la fase final de la vida y, en este sentido, es función del personal de enfermería supervisar estos cuidados y valorar la capacidad de la familia para realizarlos.