Esta afirmación es muy real, aunque no siempre lo sentimos así. Creo que la clave para vivir desde nuestro centro, es ser conscientes de cada decisión que tomamos en el ámbito físico y mental.
Cada persona es única y las decisiones que tomamos en torno a nuestra salud, también deben ser únicas y adaptadas a nuestras necesidades y modos de vida. Esto requiere un esfuerzo por parte de los profesionales de la salud, lo que nos lleva a necesitar conocer quién es el paciente y adaptar los consejos a su estilo de vida.
En la medicina del siglo XXI, lo ideal es que las decisiones sobre la salud se realicen de manera compartida con los profesionales de la salud, lo que da lugar a un tipo de medicina adaptada a cada persona.
Pero yo quiero ir un paso más allá y propongo la “toma de decisiones compartida consciente”, donde no solo las decisiones son compartidas entre el paciente y el profesional, sino que además el paciente comprende y elige de manera consciente un tratamiento e intervención u otro.
Creo que es clave que comprendamos lo que ocurre en nuestro cuerpo y mente y para ello los profesionales de la salud debemos enseñar cómo funcionan las cosas, cómo reacciona el cuerpo, cómo son las enfermedades y las magníficas estrategias del cuerpo humano para volver al equilibrio.
En el ámbito psicológico, considero esencial que mis pacientes comprendan cómo funciona su mente, más allá de creencias, más allá de tipos de personalidad, más allá de bloqueos. Y esto lo consigo adentrándome con ellos en su mente, porque cada mente es única.
Como verás, la clave para tomar decisiones conscientes, está en el auto-conocimiento. Porque si no conocemos qué ocurre dentro de nosotros, no tendremos una buena adherencia al tratamiento o intervención. El conocimiento es la clave.
Trabajar y vivir desde la consciencia, requiere el esfuerzo de introducirse en un mundo único, en el universo particular de cada persona y acompañarle para que comprenda lo que ocurre dentro de sí mismo. Por eso adoro la psicología y por eso me encanta hacer más accesibles los conocimientos que todos los seres humanos deberíamos tener sobre nosotros mismos.
Cuando comenzamos a tomar decisiones conscientes también sobre nuestra salud física y mental, comenzamos a comprender algunas verdades importantes…
Eres un adulto responsable: En ocasiones tengo la sensación de que la sociedad y el sistema sanitario trata a las personas adultas como si fuéramos niños. Y de tanto tratarnos así, en ocasiones olvidamos que somos adultos y de que tenemos la responsabilidad de decidir cómo queremos que sea nuestra vida.
Solemos pensar que el paciente ha perdido el control de su salud y nosotros, como profesionales que somos, debemos tomar esa responsabilidad por él o ella, arrebatando así la autonomía del paciente, nos convertimos en ese padre o madre que toma las riendas de la vida del otro.
Esta actitud paternalista envía la idea al paciente, de que no es capaz de regular su salud y le da a entender que es normal, que no debe preocuparse, que nosotros lo haremos todo por él o ella. Esta manera de orientar la relación no es sana porque arrebata mucho poder y convertimos al otro en un ser pasivo que debe seguir todas nuestras pautas aunque no las comprenda o no se adapten a quién es.
Cuando decidimos vivir y trabajar desde nuestra consciencia, reivindicamos la idea de que la otra persona es agente activo de su salud y que acudir al médico es un paso decisivo de su autonomía. Todos tenemos la necesidad de indicar lo que opinamos y somos capaces de decidir el tratamiento o intervención que mejor se adapta a nuestras necesidades. De este modo el paciente se siente responsable de su salud, siente que tiene el control.
Debes responsabilizarte de tu salud: Cuando tratamos a la otra persona como a un adulto, comenzamos a enviar la idea de que su salud también depende de él o ella, de las decisiones que toma a diario (seguir una dieta más o menos equilibrada, mantener o acabar ciertos hábitos negativos como fumar y beber alcohol, la importancia de descansar, la necesidad de regular sus emociones, etc.).
No debemos olvidar que el paciente está en consulta unos minutos, pero la presencia consciente en su propia vida, ocurre minuto a minuto. De modo que cuando hacemos que la otra persona se haga responsable de su salud, más allá de los fármacos (que tienen la capacidad de desplazar esa responsabilidad), más allá del profesional (que se puede convertir en ese padre o madre que o bien nos arrebata la responsabilidad o bien nos culpa), nos damos cuenta de que mantener nuestra salud es una tarea que debemos hacer a diario y que depende totalmente de cada uno de nosotros.
Puedes tomar tus propias decisiones respecto a tu salud: Cuando asumimos que el paciente es un adulto responsable en torno a su salud, nos damos cuenta de que es totalmente libre de tomar decisiones (nos gusten o no). En ocasiones somos demasiado estrictos con nuestros pacientes, estableciendo criterios que nos costaría mantener a nosotros mismos, por lo que debemos aprender a fluir un poco más con la vida y con cada paciente al que vemos. Con aprender a fluir me refiero a que escuchemos al otro, observemos sus necesidades actuales, escuchemos su sufrimiento y dolor, acompañemos cuando las emociones son muy intensas y adaptemos los tratamientos a cada momento vital de la otra persona.
Parte de este fluir, conlleva saber que los pacientes pueden rechazar algún tratamiento propuesto y no debemos enfadarnos por ello, es buscar una intervención que se adapte a cada paciente en particular, supone anticiparnos a los altibajos propios de la vida y no culpar al otro por no seguir las recomendaciones dadas, tan solo saber que debemos comunicarnos más para aclarar dudas o adaptarnos a lo que necesita el enfermo. Todo esto nos permite respetar las decisiones tomadas por el paciente sin enfadarnos ni frustrarnos en el camino.
Buscar información de diferentes fuentes es positivo porque nos empodera: Una de las cosas que no siempre nos gusta, es que los pacientes busquen segundas opiniones o incluso investiguen terapias complementarias que les pueden ayudar a lidiar con su enfermedad. Creo que esto es algo que los profesionales vivimos como desconfianza o incluso traición, cuando en realidad es la libertad del paciente la que le lleva a buscar más información, lo que sin duda le empodera.
Creo que en el ámbito médico es importante recalcar la idea de terapia complementaria, es decir, que se pueden hallar otras terapias o intervenciones no médicas que el paciente complementa con el tratamiento médico habitual, lo que no debe ser vivido como una traición, sino como una muestra de la libertad en la toma de decisiones que los enfermos del siglo XXI poseemos.
Si nos cerramos completamente a hablar de las terapias complementarias, creamos un muro entre nosotros y los pacientes, la confianza será menor y perderás esa relación adulta que has establecido con el enfermo, poniéndose en peligro la adherencia al tratamiento. Tú decides si deseas acompañar en el camino de la enfermedad y en los senderos de la sanación que tú mismo ofreces y que el paciente puede encontrar por su cuenta.
Me gusta visualizar la relación profesional-paciente, como un sendero que ambas partes recorren juntos. Somos compañeros de viaje, eliminamos las fronteras que nos puedan separar para convertirnos en seres humanos que acompañan temporalmente a otros seres humanos. Si observas tu relación profesional con los enfermos de esta manera, aprenderás muchas cosas de ti mismo y de la naturaleza humana.