Era una tarde soleada. También había nubes blancas, como algodones. El cielo se teñía entre celeste, azul y naranja. La naturaleza parecía prepararse para un día crucial.
Primero tomó unas fotografías del paisaje. Se sentó para ver la última luz del día y comenzó a escribir. “Con lágrimas en los ojos escribo lo siguiente…”, así empezaba el texto que publicó en Facebook. Desde las islas flotantes de los Uros, en el lago Titicaca, le contaba al mundo el momento delicado que atravesaba. El negocio que empezó a funcionar en marzo tuvo que cerrar a los 10 días por la pandemia. Tenía dos opciones: liquidaba el emprendimiento y abandonaba su tradición o pedía auxilio por última vez.
“Ahora leo mil veces ese mensaje y me salen las lágrimas. En ese mensaje decía ‘por favor, Perú, sálvenme’”. Son las palabras de Julio César Suaña Coila, mes y medio después. Junto a su pareja Jhuliana han logrado mantener a flote Titicaca Lodge Perú en medio del lago navegable más alto del mundo hecho de totora o junco.
A los pocos minutos, empezaron a ingresar los comentarios en la publicación de Julio. Tantos que hasta ahora no ha acabado de contestarlos. Los tiene contabilizados: le falta responder 155 mensajes de los casi 8 mil que ha recibido desde entonces.
-En el mensaje señalaba que estaban a punto de quebrar. ¿Cómo están ahora?
Estoy contento porque el mensaje que dejé llegó a muchas personas. Ya llegó a más de dos millones y medio. Es algo que nunca hemos imaginado. El día que publiqué el mensaje tuve las primeras reservas. Es impresionante que cuando lo publiqué, haya llegado inmediatamente a 10 mil personas. Las primeras noches que reservaron fueron para fin de año. Cuando llegaron las primeras reservas, con mi pareja (se queda en silencio)… nos abrazamos y lloramos bastante (se quiebra).
-¿De qué forma se dieron las circunstancias para tener que publicar el mensaje?
Habíamos aguantado toda la cuarentena con el banco presionándonos para que paguemos todo el dinero que nos habíamos prestado. Habíamos pensado en crear un negocio, reinventarnos. Hemos tratado de entrar al negocio de frutas, verduras, pero no funcionó. Hasta que un día, el cuñado de mi pareja le dice: “Lo puedo llevar a Julio a la mina, y desde allí puede tener algunos soles y afrontar el banco”. Y mi pareja me dijo: “Si tú te vas, es mejor estar separados”. Habíamos comenzado a vivir en enero y, como profesionales del turismo, habíamos invertido todo nuestro dinero en este emprendimiento, y nos quedamos en cero. Entonces, le respondí: “Si no quieres que me vaya, vamos a seguir luchando hasta el final”. Incluso, nos habíamos comunicado con otros amigos que estaban en Chincha para trabajar en la cosecha de algodón o lo que salga. Por eso quiero agradecer al Perú, por las respuestas al mensaje que publiqué. La vida me dio una lección, que mis hermanos peruanos no nos han olvidado. Ahora tengo el lodge lleno. Me siento tan feliz.
-Lo suyo es una historia de amor con su pareja y con el Titicaca.
Sí. Ella me dijo que el concepto de pareja es estar juntos.
-¿De dónde viene esa fuerza, ese sentimiento, esa espontaneidad, Julio?
Mi mamá es de mucho carácter. Pero mi papá es la persona más humilde que he conocido. Él siempre me dice: “Con respeto y honestidad vas a andar en la vida, y nunca te quedes parado, siempre tienes que estar haciendo algo; tú eres mi reflejo”. Yo he crecido como mi padre y mis ancestros, en los brazos de cada viajero que llega a visitar las islas flotantes. Desde el momento que mi mamá estaba embarazada de mí, yo escuchaba desde su vientre el amor de los viajeros a nosotros. El turismo me vio nacer, el turismo me vio crecer. Mis padres crecieron con la pesca, el turismo y la artesanía. He bailado para el turista cuando era pequeño, he cantado, he hecho dibujos de lo que yo era pescando, cazando. Y ahora gracias al turismo tengo una profesión. Si no hay un viajero en mi casa, me siento triste. Y la naturaleza me trae mucha alegría.
-Usted se fue a trabajar a otro lado luego de estudiar Turismo. ¿Por qué volvió al lago?
He estado 15 años en una empresa de la ciudad. Me pagaban muy bien. Pero yo he nacido libre, como un ave silvestre. Cuando a un ave silvestre la enjaulas, muere en la tristeza de su vida, nunca más es libre. Yo me enjaulé porque quería ser un orgullo para mi padre. Él lloraba y quería que uno de sus hijos sea profesional y que tenga un trabajo. “No quiero que ustedes sufran aquí”, decía. Eso estaba en mi mente y mi corazón, por eso me esforcé. Cumplí el sueño de mis padres. Me convertí en guía de turismo, traía viajeros para visitar a mis padres, y así mi mamá podía vender artesanía. Compartía mi salario con ellos y era feliz. Pero llegó el momento de decir basta, porque no me sentía completo. Un día mi tío, que es el chamán de mi cultura, me visitó donde trabajaba. “Julio, ya no eres la persona que yo conozco. Mi sobrino es alegre, canta, baila, pero ahora estás muerto en vida”, me dijo. Era verdad, porque no me sentía feliz. Quería quedarme en casa pescando, haciendo artesanía, riéndome con los viajeros.
-¿Cuál es la magia del Titicaca?
Lo que el ser humano necesita es la naturaleza. El Titicaca me da bastante energía, mucha esperanza, amor, es la vida. Si estoy lejos del agua, yo me siento triste, porque crecí en el lago.
-Está en el paraíso, cerca del cielo.
De mayo a noviembre, puedo contar las estrellas, como cuando era niño, que iba y volvía del colegio remando. Dos horas de ida y dos de vuelta.
-¿Cómo así?
Salían a las 5:30 de la mañana. Al comienzo viajaba en batea remando a la escuela primaria, porque mi padre se había llevado la balsa para pescar. Varias veces se volteó la batea (risas). Entonces, mi padre construyó otra balsa de totora. Las estrellas me daban alegría, la luna abrigo y los truenos mucho miedo. Pero así sea lluvia o día soleado, tenía que seguir adelante. Soy Julio y vivo en el Titicaca.
AUTOFICHA:
-“Soy Julio César, como el emperador de Roma (ríe). Mis apellidos son Suaña Coila. Nací en las islas flotantes con partera. Tengo 38 años. Mi cumpleaños fue el 11 de enero (ayer). Somos de la cultura Uros Puquinas, pero hablamos aymara porque nos conquistaron los aymaras”.
-“Acabé el colegio y elegí Turismo, que estudié, como mi pareja, en la Universidad Nacional del Altiplano. Terminando la carrera me dieron la oportunidad de trabajar en un hotel limpiando baños. En los cinco años no me enseñaron inglés. Estudié inglés para tener mejor trabajo”.
-“El primer plan con mi pareja es quedar libres de préstamos. Segundo, quiero seguir trabajando en el lodge hasta que se agote mi energía. Y, tercero, la lección que me dejó la pandemia es que no solo debo tener un negocio en turismo, sino algo más. Y si Dios quiere, este año nos casamos con mi pareja”.