La antropóloga acaba de publicar Chuqui Chinchay. Deidad del agua, un libro que estudia la presencia del gato en el Perú prehispánico como un agente del agua y de las lluvias.
Le encargaron la dirección de la Casa Museo del Inca Garcilaso del Cusco, y ella se propuso diseñar una nueva museografía. Para ello, consultó sobre qué hallazgos importantes se habían descubierto en los último años en la ciudad de los incas. Le alcanzaron una pieza de piedra hallada en Sacsayhuamán, que los arqueólogos le habían puesto el nombre de “mayu puma”, que, en quechua, quiere decir “nutria de río”.
Como Ana María Gálvez es antropóloga, no puso en discusión el nombre. Ordenó elaborar las respectivas infografías para la muestra, pero cuando cotejó la foto de una nutria con la pieza de Sacsayhuamán observó que el animal representado en la piedra no era una nutria. Era un gato, el gato montés andino. Y decidió seguirle el rastro.
Al cabo de una larga investigación, tras estudiar iconografía de cerámicas y textiles, consultar crónicas, cotejar petroglifos, mitos e indagar lenguas como el quechua, aimara y puquina, acaba de publicar el libro Chuqui Chinchay. Deidad del agua. Animal de poder en la cosmovisión andina, editado por la Sociedad Clorinda Mato de Turner y Sinco Editores.
Entre sus conclusiones, determina que es el gato -y no el jaguar, como hasta ahora se creía- el animal con mayor poder en el mundo prehispánico. Los arqueólogos, incluyendo Julio C. Tello, le han dado preeminencia al jaguar en la jerarquía de poder.
“El gato montés ha permanecido invisibilizado debido a la influencia del pensamiento occidental. Los españoles buscaron equivalentes en los ‘felinos mayores’ de la fauna americana, como es el jaguar u otorongo”, arguye Ana María Gálvez.
¿Cómo determinó la diferencia entre gato y nutria y, claro, jaguar?
Basta hacer un estudio morfológico del felino representado. El gato montés, entre otros detalles, tiene anillos oscuros en las patas y la cola y las espaldas son moteadas. El jaguar tiene rosetones en todo el cuerpo. Si los arqueólogos hubieran hecho ese estudio morfológico, se darían cuenta de que esos rasgos no tiene la nutria, menos el jaguar. Pero sobre todo, han confundido el gato montés con el jaguar.
Para llegar a esa conclusión, ¿qué pasos siguió, aparte del estudio morfológico?
Espere. Como ese animal de la pieza no era una nutria, entonces consulté a los especialistas qué animal podría ser. Un colega que estudia mitos me dijo que podría ser un “qhoa”, y me dio el nombre científico, Filis Colocolo, que es el gato montés. Y es el gato que aparece en las cerámicas y que llaman jaguar. Existe el mito de qhoa, que es un gato asociado al agua y a la lluvia.
Entonces, ¿el gato era un animal importante en el mundo prehispánico?
Así es. Cuando revisé un estudio de Julio C. Tello, él grafica una cerámica nasca que llama “Divinidad suprema”. Esa cerámica está en el Museo Nacional de Antropología. Yo la he decodificado en base del mito del qhoa o gato montés. Y Tello, en ese estudio, también lo describe, pero lo llama lari o wari. Para mí lo describe como si fuera un jaguar, pues, para él, el jaguar es el animal más importante, animal de poder.
¿Cómo lo describe Tello?
Igual que el mito qhoa, un animal que escupe granizo por el hocico y que sus orines se convierten en lluvia. Bota rayos y, cuando se embravece, también echa granizo.
¿Pero, para Tello, lari o wari qué animal representa?
No lo dice. Dice lari o wari, en ningún caso dice gato montés. Habla de esos atributos, pero no dice que es un jaguar y tampoco que es gato. Quienes hablan sobre estos atributos del qhoa es Federico Kauffmann Doig, que comenta mi libro esta edición, y Luis Barrera Murillo. María Rostworowski lo llama kon. El gato, sin duda, es el animal de mayor poder en la cosmovisión andina.
Para Tello es el jaguar…
Claro, él dice que “es el jaguar el soberano considerado como el verdadero, el que ocupa el lugar más prominente en los sucesos y acontecimientos relacionados con la vida material y mental del hombre”. Ilustra este comentario con una foto de un “jaguar” que tiene rayas negras en las patas. Pues no es jaguar, es un gato.
En una conversación anterior, usted decía que en la “Divinidad suprema” de Tello se aprecia un gato.
Sí, es una divinidad suprema. Se aprecia un sacerdote felinizado y sobre su cabeza un espejo de agua en el que aparece un gato, con todos sus rasgos, es decir, sus anillos oscuros. Como es espejo de agua, refleja el cuarto mundo, el wák pacha o cielo andino, que trasciende la concepción occidental. Tello ha relatado que en las Huaringas, un chamán, en sesión de ayahuasca, visualizó una deidad estelar, es decir, el qhoa, que está reflejado en el espejo de agua. Y en esa cerámica, la “Divinidad suprema”, se aprecia que por hombros tiene cactus San Pedro, con el que se hace el rito con ayahuasca. Y allí está el gato, botando granizo.
¿Qué nombres ha encontrado para el gato en lenguas originarias?
En aimara, “titi”, de allí el nombre Titicaca, que quiere decir “gato en la peña”. En quechua, “qhoa”, “chinchay” (que alude también a Chinchaysuyo) y “osqollo”.
Además del mito del qhoa, ¿en dónde está el gato?
Está nítido en los textiles nasca, también en su cerámica. Una de ellas es la “Divinidad suprema”. También está en los petroglifos, como los de Huancor, en Chincha. También en una de las figuras de las líneas de Nasca, que algunos lo toman como perro. Pero no, es un gato eyectando sus orines.
Usted habla que también está en un altar de Coricancha.
Así es. El cronista Juan Santa Cruz Pachacutic Salcamaygua lo dibuja y le pone el nombre Choque Chinchay Caua, que, como hemos dicho, chinchay significa gato. El gato está en lo más elevado del altar de la cosmovisión andina.
Dato
La autora. Ana María Gálvez nació en Chincha Alta, 1950. Estudió Antropología en la Universidad de San Antonio de Abad. Fue directora del Museo Casa del Inca Garcilaso de la Vega. Ha sido reconocida con la Medalla de Oro del Cusco.