Aunque es una parte importante de unos hábitos saludables, sin duda, el ejercicio solo no nos ayudará a perder peso. Incluso en algunos casos podría ayudarnos a ganarlo (cosa que no es mala, pues hablamos de peso muscular). Si lo que queremos es reducir peso para buscar una composición corporal más saludable, sin más remedio habremos de pasar por una buena dieta.
Y cuando hablamos de dieta, no hablamos de esas milagrosas que parece que sirven para todo el mundo y sin consideración. Una buena dieta, que seamos capaces de mantener en el tiempo, es la mejor aliada para mantener una nutrición saludable y para siempre.
¿Cómo debe ser una dieta para perder peso?
En primer lugar, debe ser personal. No existen dietas generales. Como cualquier nutricionista te dirá, un patrón nutricional se adapta a las necesidades de cada persona. Pasarse una dieta como si fuese una tabla de ejercicios no es conveniente ni tiene en cuenta las diferencias fisiológicas, psicológicas y sociales de cada cual.
En segundo lugar, una dieta debe contemplarse a largo plazo. Es muy importante conseguir una adherencia dietética que evite mitigar los logros de un cambio de hábitos. El efecto rebote está siempre al acecho. Por tanto, una dieta debe terminar convirtiéndose en cambio radical y natural en nuestra forma de alimentarnos. En otras palabras, debemos aprender a comer
Dicho todo esto, todavía no hemos tocado las partes más prácticas. Para que una dieta surta efecto a la hora de perder peso, solo existe un secreto: que sea hipocalórica. Esto quiere decir que las calorías que ingerimos deben ser menores que las consumimos. Pero cuidado: no todas «las calorías» son iguales.
En el análisis de alimentos se miden las calorías, mediante un calorímetro, que indica la composición total de energía que tiene una sustancia. Pero esa energía no siempre es asimilada por el cuerpo. Por ejemplo, las fibras son altamente calóricas, sin embargo, no son digeridas y terminan saliendo igual que entraron. Por tanto, la dieta no va a ser solo cuestión de calorías, aunque estas no dejan de ser importantes.
¿Qué deberíamos poner en la mesa?
Continuando con las consideraciones de antes, es importante que no nos obsesionemos con las calorías, ni con los alimentos en sí. Aunque debemos recurrir al déficit calórico, es mucho más importante que la dieta que escojamos sea saludable y sana, que cumpla con nuestras necesidades.
Si esto es así, probablemente alcancemos el equilibrio necesario sin tener que preocuparnos en contar calorías, algo que no ha demostrado nunca ser demasiado eficaz para perder peso. ¿Y a qué nos referimos con una dieta saludable? Existen varios patrones que se han comprobado como eficaces tanto para mejorar los indicadores que se relacionan con la salud como para perder peso.
Entre estas está la dieta DASH, que se basa en el consumo de legumbres, frutas y verduras, cereales siempre integrales, lácteos desnatados y carnes magras provenientes de pescados y de aves. Según los expertos, se trata de la dieta más saludable y efectiva a la hora de perder peso.
Otra dieta más que afianzada entre las saludables es la mediterránea, la cual ahora también ha comenzado a llamarse «flexitariana». Esta está basada en un mayor consumo de vegetales y grasas saludables (los cultivos tradicionales de los países mediterráneos) yen un menor consumo de carnes, acompañados de un estilo de vida muy activo.
Otras indicaciones generales son incrementar la cantidad de fibra, aumentar el consumo de verduras y frutas, reducir los productos, y sobre todo grasas, de origen animal. También hay que eliminar los productos ultraprocesados y el azúcar libre de la dieta, en la medida de lo posible. Beber más agua también es un método eficaz para ayudar a reducir el peso. En definitiva, como ya hemos dicho, la cuestión es aprender a comer mejor y adquirir nuevos hábitos.
El último truco
Aunque hemos empezado hablando de dietas, en sí, es imposible terminar el artículo sin volver a insistir en la importancia que tiene todo el conjunto de hábitos saludables. A esto podemos añadirle un pequeño «truco», que si bien no tiene por qué ser decisivo, existen numerosas evidencias que lo avalan como eficaz: el ayuno intermitente.
Dejar pasar entre 12 y 20 horas entre dos comidas puede resultar muy beneficioso, y no tiene por qué ser difícil: la forma más sencilla de llevarlo a cabo es no comiendo nada desde la cena del día anterior hasta la hora de la comida. Para acabar, y cerrar así el círculo, hay que dejar claro que hacer ejercicio no nos da carta blanca para tomar cualquier cosa y sin control.
Es conveniente aprender a controlar qué comemos y cómo, además de no dejar de lado la actividad física, por supuesto. Perder peso no es una cuestión meramente estética. Actualmente, la obesidad es la epidemia más extendida que existe. Para poder combatirla, la mejor herramienta es la educación.