El síndrome de Wendy, cuya denominación está inspirada en el personaje de la historia de Peter Pan, que necesita a alguien a quien cuidar para afirmar su identidad. Tiene sello femenino y se acentúa cuando llega la maternidad. El caldo de cultivo para que una mujer y madre desarrolle este síndrome es asumir el rol social que se suele asignar a las féminas como cuidadoras sacrificadas de las personas de su entorno, lo que crea la necesidad de asumir responsabilidades ajenas. “Una mujer en esta sociedad tiene en algún momento de su vida la tendencia a cubrir las satisfacciones de su entorno, a sacrificarse por amor, a tener la creencia de ser indispensable para los demás y una tendencia a la depresión, si no es aceptada socialmente, ya que es lo que se espera de nosotras”, explica Ana López, pedagoga especialista en neuropsicología educativa.
La carga de responsabilidad que asume una mujer con este síndrome se acrecienta cuando llega la maternidad, ya que “no es lo mismo sentir que tú eres la única persona que puede satisfacer las necesidades de los que te rodean, a tener que, además, cuidar de una persona dependiente, como son los hijos. La ansiedad puede aparecer en estos momentos, no solo por la carga que supone tener un hijo, sino también por esas creencias de resultar imprescindible para cubrir las necesidades del entorno”, Añade López.
Un síndrome marcado por la educación y la culpa por no llegar a todo
La culpabilidad por no llegar a todo provoca que los “síntomas de este síndrome sean más acusados, ya que no se trata de una cuestión biológica ni natural, sino de un patrón adquirido por cuestiones educativas y sociales. A las mujeres, nos siguen enseñando a priorizar el hecho de ser cuidadoras y a llevar esa carga de las responsabilidades de la casa, la familia y la pareja. A esto, se une el trabajo o las relaciones sociales. Demasiadas cosas de las que ocuparse y aquí entra en juego la culpabilidad por no cumplir con todo. No obstante, considero que es un síndrome que no se debería patologizar, ya que todas las mujeres, por cuestión de género, se han visto alguna vez bajo ese síndrome”, destaca la neuropsicóloga Ana López.
La mujer y madre con síndrome de Wendy pone el “foco hacia fuera y no hacia dentro. Si no puede estar en esa relación de entrega a otro, se encuentra perdida y siente un gran miedo al rechazo, por lo que todos sus esfuerzos van destinados a obtener la aceptación de los demás. En la relación con sus hijos, este miedo al rechazo se pondrá de manifiesto evitando cualquier conflicto que pueda suponer una brecha en la relación con ellos. Le costará mucho sostener cualquier desencuentro y, quizás, busque salir de ese malestar, disculpándose por algo que no ha sabido hacer, restando importancia a lo sucedido o entregándose aún más a las necesidades ajenas”, aclara Ana Muñoz, psicóloga y terapeuta Gestalt, miembro de la Asociación Española de Terapia Gestalt.
Estas madres tienden a “hacerse cargo de lo que va más allá de lo necesario, pero lo que precisa un hijo es una madre suficientemente buena y no perfecta. Durante nuestra infancia, requerimos que respondan a nuestras necesidades fisiológicas, emocionales o de protección, pero también estamos preparados para que esa satisfacción, a veces, se demore, lo cual es natural, porque la madre no siempre puede estar totalmente disponible. Este querer proteger y atender de forma perfecta, conduce, también, a tener una actitud que puede ser muy invasiva con la autonomía e independencia de los hijos. La madre abnegada, que tanto se ha esforzado por satisfacer y agradar, se puede sentir amenazada al ser apartada del rol de perfecta cuidadora. El deseo de volar de sus hijos es una amenaza a su identidad, que es posible que conduzca al reproche y el resentimiento”, añade Muñoz.
Cómo evitar perpetuar el Síndrome de Wendy con los hijos
Cambiar patrones que se enmarquen dentro en ser madre Wendy y ofrecer alternativas diferentes que sirvan de modelo para los hijos y, sobre todo para las hijas, es la forma de prevenir que adopten el rol de cuidadoras compulsivas para buscar aceptación. “Conviene que los niños no asuman responsabilidades sobre las necesidades emocionales de sus progenitores y para ello no hay que depositar en ellos preocupaciones que no les corresponden para que su entorno esté bien. Si en casa hay dos hermanos de sexo diferente, hay que estar atento para no dar a las niñas roles diferentes a los niños en los que se dé por hecho que tengan que responsabilizarse por el hecho de ser mujeres de asumir un papel de cuidadoras. La actitud de la madre es fundamental a la hora de verbalizar y dejar claro con sus hijas cuestiones como dar también prioridad a su bienestar y relajo frente a las obligaciones domésticas del día a día, con afirmaciones como: de esto no me voy a hacer cargo, esto no lo hago yo o lo haré más tarde. De esta manera, se ofrecerá un modelo a las hijas alejado y alternativo a la mujer abnegada que prioriza el cuidado de su entorno y no se cuida a sí misma”, concluye la psicóloga Ana Muñoz.