Si nos fijamos en niños que tenemos alrededor es habitual ver que muchos de ellos hacen movimientos como torsión de cuello, parpadeos repetitivos, contracción de hombros, desviaciones oculares…. Se trata de tics o movimientos involuntarios que pueden ser motores o fonológicos (carraspeo, toses, aclaramientos de garganta), sobre los que se puede ejercer un cierto control. Y son bastante frecuentes. De hecho, algunos estudios hablan del 4%; aunque otros suben al 20%.
A menudo son un tanto escandalosos y llegan a ser molestos, más para los adultos que están cerca, que para los propios críos que los padecen. Porque en la mayoría de los casos “no tienen ninguna significación patológica, sino que son el resultado de un cerebro en maduración o desarrollo”, asegura Javier Pagonabarraga, miembro del Grupo de Estudio de Trastornos del Movimiento de la Sociedad Española de Neurología (SEN) y neurólogo de la Unidad de trastornos del movimiento del servicio de neurología del Hospital San Pau de Barcelona.
Se refiere a cerebros en desarrollo porque suelen comenzar en la infancia, entre los 3 y los 5 años y, en cualquier caso, “antes de los 15”, afirma Alba M.ª García Rasero, neuropsicóloga clínica en Center Psicología Clínica. Y continúa: “en la mayoría de los casos, los tics se suelen exacerbar alrededor entre los 8 y los 13 años. Pero por mi experiencia clínica, alrededor de los 15 ó 16 suelen ir desapareciendo o la intensidad es mucho menor”.
Más aún si se trata de tics simples y/o transitorios, es decir, “cuando son 2 ó 3 tics, siempre son los mismos y son muy estables en el tiempo”, afirma Pagonabarraga. En ese caso se resuelven por sí mismos y no hay motivos que los provoquen. Comenta la neuropsicóloga: “Los factores hereditarios, las alteraciones neurobiológicas, una afectación en el área de los ganglios basales y los factores psicológicos, son los principales implicados en la etiología de los tics. Además, algunos de los factores que suelen influir y pueden agravar e incrementar los tics son la ansiedad, el aburrimiento, la fatiga y la excitación”.
No puede decirse que haya un tipo de niño más propenso a los tics que otro. “Todos los niños son susceptibles de tener algún tic, sin distinción de raza o grupo étnico”, afirma García Rasero. Aunque sí es más prevalente entre los varones. “Los estudios afirman que hay tres veces más hombres que mujeres. Y eso es lo que nos encontramos en consulta, el 90% de las consultas por cualquier tipo de trastorno de tics son de familias con niños varones”. Este porcentaje aumenta cuando se refieren a tics complejos o asociados a TDAH, Trastorno Obsesivo Compulsivo o síndrome de Tourette, patologías en las que suele haber este tipo de sintomatología.
Por lo que se deduce de lo que cuentan los expertos, no hay motivo de preocupación en la mayoría de los casos. “A los padres a menudo les asusta y eso lo notan también los niños, llegando a generar conflictos entre hijos y padres, que les pueden patologizar. Incluso les insisten en que dejen de hacer algo que los críos no pueden controlar. Es importante desmontar estas ideas”, indica el neurólogo del Hospital San Pau de Barcelona, para quien lo más adecuado es quitarle importancia ante progenitores y niños.
De hecho, este neurólogo cree que solo hay que llevarles al pediatra en caso de que el niño se sienta molesto por el desasosiego que le causa o le suponga impacto social. Es decir, que sus compañeros se rían de él o por algún motivo le afecte a su vida diaria. “En ese caso el neurólogo tendrá dos opciones: la farmacológica, en la que habría que empezar por los tratamientos más suaves y avanzar a los más fuertes (dejar los neurolépticos más conocidos como última opción); y las técnicas psicológicas, para los que se requiere a un profesional muy bien entrenado”. Aparte de estos casos, solo requieren intervención médica cuando se observe en el crío problemas de atención y sirva como pista de que el niño padece TDAH o TOC.
Para más tranquilidad, García Rasero afirma que “un tic no se convierte en crónico si no se corrige” De hecho advierte que tratar de corregirlos puede ocasionarle más tensión y ansiedad al crío, por lo que cuando se encuentre en otra situación y lugar puede tener una serie más intensa de tics.