La tristeza… a veces odiada… a veces amiga… en ocasiones huimos de ella y, en otras, intentamos escondernos de la melancolía que trae consigo.
Es normal que la tristeza nos visite, a todos nos pasa.
La tristeza es una emoción que nos ayuda a adaptarnos a las pérdidas que sufrimos en nuestra vida. Y es que todos sufrimos pérdidas y éstas pueden ser de muchos tipos: un despido, una separación, el fallecimiento de un ser querido, tener que abandonar nuestro sueño, amistades y seres queridos que se van a vivir lejos, dejar de ser cuidador, etc.
Si lo piensas, toda nuestra vida está marcada por las pérdidas, por eso es normal que la tristeza nos acompañe de vez en cuando. No huyas de ella, te ayuda a recuperarte de la pérdida por dos vías: buscando consuelo en otros para que acompañen y escuchen y retrayéndote en ti mismo para recuperarte de tu pérdida, lo que te lleva a aislarte, a buscar la soledad.
Como verás, la tristeza tiene la capacidad de aislarte pero también de buscar apoyo en otras personas, por eso la tristeza es tu amiga.
La tristeza tiene muchas caras, en ocasiones aparece como un vacío en el corazón, en ocasiones se lleva toda la energía que habita en tu cuerpo, se suele expresar por medio de las lágrimas y otras veces altera la manera en que duermes.
A mí también me visita la tristeza de vez en cuando y quiero mostrarte cómo convivo con mi tristeza en solo 4 pasos… ¿me acompañas?
PRIMER PASO – ESCUCHAR Y OBSERVAR: Creo que este es el paso principal que debemos dar siempre que queremos regular una emoción, porque si no sabemos lo que sentimos, no podemos regularla adecuadamente.
Cuando te hablo de escuchar la emoción, me refiero a no huir de la tristeza, a hacerme consciente de que hoy siento tristeza y observar la manera específica en que hoy se expresa en mí. Tal vez un día se presente como una sensación de vacío en mi estómago o en mi corazón, otro día me provoca dolor de cabeza o simplemente siento que nada encaja, me siento incómoda en mi propio cuerpo.
Cuando te digo que yo observo a la tristeza, me refiero a que trato de identificar las señales de la tristeza en mí, tanto en mi cuerpo como en mi mente. Hace poco sentí la tristeza de una manera diferente a la habitual, se manifestó como una bolsa pesada que se hundía en mi pecho e incluso sentía que me costaba un esfuerzo extra respirar. También observo la tristeza en mis pensamientos y cuando las quejas inundan mi mente o los pensamientos negativos están más presentes, es un indicio de que hay alguna emoción en mí que pugna por salir.
SEGUNDO PASO – LIBERAR LA EMOCIÓN: Las emociones son energía en movimiento y cada emoción vibra en una frecuencia concreta. Creo que las señales físicas de la emoción que notamos en nuestro cuerpo, son signos de esa energía que tenemos atrapada y que debemos liberar.
En el caso de la tristeza, suelo liberarla de dos maneras, tomándome tiempo para mí y llorando. Las lágrimas son naturales, es la manera más sencilla de liberar a la tristeza, de modo que no pienses en ellas como signo de debilidad, en realidad ellas salen de tu cuerpo para liberarte.
Otra manera de regular mi tristeza que suelo usar bastante a menudo, es por medio de la escritura. Para mí escribir es terapéutico y cuando siento que la tristeza está demasiado profunda, tomo una hoja en blanco, un bolígrafo y permito que todo fluya, que sea la tristeza la que escriba y no yo.
TERCER PASO – MEDITAR: Este hábito saludable lo incorporé a mi vida hace un par de años y he descubierto en ella a la gran herramienta de auto-conocimiento y regulación emocional que está al alcance de todos.
Cuando me tomo un tiempo solo para mí, para meditar (pueden ser 5 minutos o 30), conecto profundamente conmigo misma… con mi mente y con mi cuerpo, con mis emociones y pensamientos. Siento que la meditación es un momento de reflexión solo para mí, que me aleja de todo… de responsabilidades y problemas.
Y en ocasiones, cuando estoy demasiado triste o sobrepasada emocionalmente, las lágrimas salen de mí en plena meditación. Es curioso cómo cuando siento una emoción muy intensa, mi mente suele estar más apaciguada, más calmada y con menos pensamientos… esa es una señal para mí de que hay una emoción protagonista que me acompaña. Y eso lo he descubierto meditando.
CUARTO PASO – ACEPTO MIS TIEMPOS EMOCIONALES: Este punto te puede parecer menos importante que el resto, pero has de saber que es esencial para regular las emociones.
En el pasado, cuando una emoción intensa llegaba a mí y me acompañaba durante un tiempo (días), me revolvía dentro de mí, solo pensaba en el momento en que la emoción se iría y me dejaría en paz. Este rechazo hacía que la emoción no se pudiera ir porque no la estaba escuchando y no podía cumplir su función. Y lo que ocurría es que la tristeza me acompañaba durante mucho tiempo.
Cuando empecé a aceptar mis tiempos emocionales, me llené de paciencia y amabilidad hacia mí misma, la misma que tengo para otras personas. Y al aceptar mis emociones, comencé a escucharlas más atentamente, a darles espacio en mí y en mi vida para que se expresaran. Y cuando hice esto, todo cambió.
Ahora tengo días donde la tristeza me visita y en ocasiones es muy intensa. Pero en lugar de echarla de mi lado, le indico que venga, que se exprese, la escucho, la abrazo, lloramos juntas y se va cuando ya no necesito que me acompañe.