El ensanchamiento y enrojecimiento de esta zona de la cara en las semanas de gestación se debe a la retención de líquidos y a la vasodilatación provocada por las hormonas
Algunas mujeres embarazadas llevan semanas subiendo vídeos en redes sociales como TikTok mostrando los cambios que se producen en su nariz durante las semanas de gestación. Según las imágenes publicadas del antes y después, se constata un enrojecimiento y ensanchamiento del apéndice nasal. Pero, ¿qué dicen los expertos al respecto de esta metamorfosis física? “Este cambio nasal se debe a la retención de líquidos y a la dilatación de los capilares sanguíneos que se produce en el cuerpo durante el embarazo para preparar al organismo de cara al parto”, explica Patricia Barbero, obstetra y coordinadora de la Unidad de Atención al Parto del Hospital 12 de Octubre de Madrid. Según asegura, en general estos cambios físicos, sean más o menos visibles, suceden en la mayoría de las mujeres embarazas debido a los edemas que se producen al aumentar el volumen sanguíneo, que sirven para compensar el sangrado que se da en el parto, de entre 500 mililitros y un litro.
En algunos casos, la retención de líquidos y los edemas en la cara de la embarazada pueden deberse a otras causas: “Se puede producir por el aumento de la presión arterial al final de la gestación, que se puede agravar con la preeclampsia —es la presión arterial alta y signos de daño hepático o renal que ocurren en las mujeres después de la semana 20 de embarazo— o la alteración de la tensión”.
El ensanchamiento del apéndice nasal durante la gestación, según Raimundo Gutiérrez, jefe de Servicio de Otorrinolaringología del Hospital Universitario Rey Juan Carlos de Madrid, obedece a un cambio en la estructura de las zonas blandas de la nariz. “En la región facial, se produce retención de líquidos, que causan el engrosamiento de los tejidos. A ello contribuye la vasodilatación inducida por las hormonas que, a veces, provocan enrojecimiento facial y nasal, lo que causa que la nariz se vuelva, aparentemente, más ancha en la región subcutánea”, detalla.
Gutiérrez explica que también se producen otros cambios en la zona como la congestión de los cornetes y la mucosa nasal, lo que acarrea un aumento de la mucosidad, picor, estornudos y tendencia a la dificultad respiratoria nasal: “Es lo que se denomina rinitis del embarazo”. También advierte que para aliviar estos síntomas la mujer se suele automedicar con productos como los esprays vasoconstrictores, lo que causa una aparente mejoría. “Pero solo es algo temporal, ya que se produce el denominado efecto rebote, que provoca un empeoramiento, que puede llegar a causar perforaciones en el tabique nasal, que requieran de cirugía en los casos más graves”. Existen otros riesgos de esta medicación, sobre los que alerta el otorrinolaringólogo: “Pueden absorberse y causar, en fases avanzadas de la gestación, una modificación de la dinámica uterina, contribuyendo, a veces, a inducir partos prematuros”.
Olfato e instinto de supervivencia
Es una realidad que se suele asociar la capacidad olfativa al instinto. Frases “esto me huele mal” hacen referencia a ello. Pueblos, como el inuit —comúnmente conocidos como esquimales, son los pueblos indígenas que viven en los territorios árticos de América, Groenlandia y Siberia—, se olfatean para saludarse, con el fin de captar información sobre otras personas. En el caso de las mujeres embarazadas también se suele afinar este sentido. “Pero existe controversia al respecto, porque no se han encontrado diferencias destacables sobre este sentido entre gestantes y mujeres no embarazadas. Es probable que se deba a los cambios hormonales y no al tamaño de la nariz”, retoma Patricia Barbero.
La obstetra indica una de las hipótesis sobre este hecho: “El olfato es el principal mecanismo que tenemos los humanos para la detección de sustancias tóxicas, como químicos o alimentos en mal estado. Especialmente en el primer trimestre del embarazo, las mujeres tienen más agudizado este sentido y sienten aversión por ciertos olores para proteger al feto durante el período de mayor peligro para el desarrollo de malformaciones”.
En resumen, según explica, el estado de hipervigilancia de la embarazada a través de los sentidos se debe a los cambios hormonales que se producen durante la gestación y el puerperio, los meses posteriores al parto. Todo ello favorece el vínculo entre la madre y el recién nacido y la supervivencia de la cría: “Se produce una actividad excepcional de los órganos de los sentidos, no solo del olfato, también del oído para captar el llanto del bebé y del tacto, por lo que el contacto piel con piel es de gran importancia en la activación de esta cascada hormonal y emocional y en el desarrollo de un vínculo afectivo sano entre madre e hijo”.