Lejos de ser una situación preocupante, los soliloquios infantiles son un campo abonado para el desarrollo del lenguaje, la imaginación y la expresión del mundo interno.
Los niños suelen hablar solos. Es la forma que tiene su cerebro en fase de desarrollo de dar rienda suelta a su imaginación. Además, también les ayuda a mejorar su capacidad lingüística y comunicativa. “Se trata del denominado lenguaje egocéntrico y se produce en todos los menores, independientemente de su cultura”, explica Montse Díaz, doctora en psicología y fundadora de Neuropsicoteca, espacio en el que forma a psicólogos.
La edad a la que se produce este tipo de monólogo es alrededor de los cuatro años. “Aparece cuando ya se domina la lengua materna y alcanza su apogeo entre los seis y los siete años”, aclara Díaz. Esta experta asocia los soliloquios infantiles con la fase del inicio de la socialización en la que los niños comienzan a entender otros puntos de vista, lo que favorece la maduración y la comprensión. “Por ello, estos diálogos les ayudan a repasar lo aprendido y escuchado”, afirma la experta.
Discutir delante de los hijos no siempre es un mal ejemplo
El hecho de que un niño hable solo también favorece otros aspectos de su aprendizaje. “Es una etapa de consolidación del propio pensamiento y de la construcción del lenguaje interno, ese con el que razonamos y tomamos conciencia de nuestra propia existencia”, asegura la especialista. Se trata de un proceso natural del desarrollo cerebral infantil. “Les ayuda a comunicarse e interactuar con su entorno a través de la expresión de su mundo interno y puede ser lúdico-emocional con el fin de manifestar emociones y frases cuando juega solo”, explica por su parte el médico de familia Darío Fernández. El también puericultor y psicólogo clínico menciona otros beneficios de las conversaciones en solitario durante la infancia: “Ayuda a planificar, guiar y llevar a cabo acciones, así como a gestionar la emociones y recolocar las experiencias vitales”.
Los monólogos infantiles son el reflejo de la vivaz imaginación de los menores. “Es una señal de que el niño está empleando habilidades metalingüísticas, como ponerse en el lugar de la mente del otro, lo que implica cambios de entonación según el personaje implicado en su conversación”, añade Fernández.
Cuando los padres observan que su hijo habla solo conviene no intervenir. “No tienen que hacer nada, tan solo si en algún momento de la conversación se puede participar, hacerlo con naturalidad, como con una pregunta o una palabra después de una frase que haga referencia a lo que el niño habla”, explica Díaz. “Hay que dejar que suceda, porque forma parte de una etapa del desarrollo del lenguaje y la socialización, es como pasar de gatear a caminar”, matiza la experta. Aunque es muy importante, según explica Fernández, ver si lo que dice es congruente con la actividad que está realizando, para ver que se trata de un monólogo con una función constructiva.
La creatividad también puede verse favorecida por las conversaciones consigo mismo del niño. “Si el entorno del menor es estimulante desarrollará más los monólogos, que a su vez fomentan la creatividad”, destaca Díaz. El desarrollo cognitivo es otro de los aspectos impulsados por los soliloquios infantiles: “La verbalización ayuda a ordenar las ideas, porque nuestros pensamientos, mayoritariamente, son lenguaje. Se construye el mundo describiendo objetos, situaciones, personas, imágenes, olores o sabores. Por ello, a los niños que están en proceso de construir su mundo interno el monólogo les ayuda a desarrollar y estructurar el pensamiento”, explica la psicóloga.
Hablar solo y el amigo imaginario
¿Todos los niños que hablan solos lo hacen con un amigo imaginario? “No. Aunque se trata del mismo fenómeno de interiorización del lenguaje, pero no todos los niños tienen amigo invisible, aunque sí todos pasan por esta etapa del desarrollo del lenguaje que implica algún tipo de monólogo”, continúa Díaz. Independientemente de la edad de una persona, en algún momento dado se puede hablar solo. Esta experta explica que ocurre, sobre todo, cuando se está ensimismado, lo que provoca darse discursos a uno mismo o hablar en voz alta: “Esto ayuda reforzar la autoestima y a ensayar posibles situaciones sociales que no se dominan, como transmitir emociones a personas con las que no se tiene confianza”.
El hecho de que un niño hable con un amigo imaginario no debe ser una situación preocupante para sus padres. “No hay que reprimirle cuando lo hace, ni intentar frenarlo, porque es una expresión de su imaginación normal y un indicativo de una buena capacidad intelectual y lingüística, que le permite inventarse personajes”, retoma Fernández. No obstante, este especialista también recomienda tener en cuenta la posibilidad de generar situaciones en las que el menor interactúe con amigos reales: “Por ejemplo, invitando a compañeros de clase a casa o llevándole al parque a jugar con otros niños”.
Cuando los monólogos del niño pueden ser preocupantes
Hay excepciones con respecto a los soliloquios de los menores que pueden indicar complicaciones en su desarrollo. “Es el caso de los niños con autismo, en los que el diálogo es inconexo y se producen ecolalias o repetición de frases y palabras sin sentido o fuera de contexto”, explica Darío Fernández, médico de familia, puericultor y psicólogo clínico.
Cuando las conversaciones consigo mismo del niño se desvían por otros derroteros, el lenguaje puede convertirse en el reflejo de desórdenes comunicativos. “Los monólogos dejan de tener un contenido con una estructura y función social o educativa y aparecen como respuesta a alucinaciones o delirios cuando hay un trastorno psiquiátrico, tanto en adolescentes como en adultos”, advierte la psicóloga Montse Díaz.