Lo que dicen los adultos tiene poder en los pequeños, por ello es clave hablar con ellos de manera constructiva y positiva para crear vínculos sanos, así como reformular algunas frases comunes que pueden resultar hirientes
Las palabras son poderosas y más para los niños, que están en una edad en la que absorben todo lo que les rodea para aprender y evolucionar. El lenguaje puede fortalecer su autoestima y motivarles o, por el contrario, paralizarles y frustrarles. Por ello es clave hablarles en positivo y evitar comentarios peyorativos como “eres antipático”, “miedoso” o “qué torpe eres”. “Los menores retienen toda la información del entorno, por lo que no solo importa lo que se les dice, sino cómo y cuándo se hace, ya que el tono de voz es clave así como si se hace en solitario o hay más personas”, explica Ana de la Tassa, psicóloga infanto-juvenil en el centro educativo de intercambio Newlan International.
De la Tassa aclara que a los menores les influye cómo se les habla desde que son bebés, porque aunque no entiendan las palabras perciben el tono de voz y los gestos que las acompañan: “Captan la emotividad de los sonidos que emitimos, que son las palabras y su significado implícito”. Somos seres empáticos desde que nacemos y tenemos la capacidad de comprender los estados emocionales de los otros: “Si una madre está muy nerviosa por algo que le preocupa, el niño se dará cuenta y aunque las palabras apunten lo contrario y diga ‘no pasa nada, está todo bien’, el niño captará lo contrario”, añade.MÁS
El uso del lenguaje positivo, a través de frases como “lo estás haciendo muy bien, sigue intentándolo”, resulta una potente herramienta que fomenta su autoestima: “Conviene celebrar sus triunfos y aprendizajes; trabajar sobre lo que suponga dificultades con cariño para que sienta que está arropado y que tiene el control sobre sus actos”.
Los expertos en lingüística Richard Bandler y John Grinder crearon en los años setenta la metodología de programación neurolinguística (PNL) en la que se contempla la importancia del lenguaje a la hora de generar emociones positivas en las personas. “Se trata de aprender a detectar cómo está reaccionando el cuerpo de la persona con la que hablas. Somos poco conscientes del impacto que genera lo que se dice y las emociones asociadas cuando nos expresamos, como cuando hablamos a menudo desde la negatividad y no desde la positividad”, explica Fernando Sampedro, especialista y formador en PNL. Sampedro destaca la importancia de evitar términos peyorativos y etiquetas a través del lenguaje: “Cuando se les dice a los niños frases como ‘eres un desastre’, se genera un estímulo en las neuronas que se traduce en la aceptación de esa identidad descrita por las palabras, lo que se reflejará en su conducta”. Por ello, según explica, conviene darle la vuelta a determinadas frases para lograr resultados diferentes; expresar en positivo cuando el niño tiene una conducta adecuada y decirle: “Eres maravilloso, qué bien lo has hecho”.
Desde que nacen, los niños vienen preparados de serie para comunicarse, incluso cuando todavía no tienen desarrollado su potencial lingüístico. “El bebé aprende gestos de los padres de forma repetitiva, señalando o poniendo caras, lo que determina cómo se comportará consigo y con el resto del mundo”, argumenta la psicóloga general sanitaria Ana Gómez, experta en población infantojuvenil en el Instituto Psicológico Cláritas. La especialista destaca que el lenguaje positivo o constructivo ayuda a crear un vínculo sano con los padres y refuerza la autoestima del niño, que aprenderá a comunicarse con asertividad: “Responderá con más facilidad a las normas y le ayudará a generar alternativas para la resolución de problemas, así como a entender lo que es tener empatía, a respetar a los demás y a cómo tratar a su entorno social”.
La capacidad alquímica del lenguaje en 10 frases
Algunas frases o expresiones clásicas que se suelen decir a los niños se les puede dar la vuelta para acercarse a un lenguaje constructivo que transforme la situación y las emociones que puedan generar los mensajes. Estos son 10 ejemplos:
- “Porque lo digo yo”. Esta afirmación no da lugar a que el niño conozca las razones de una prohibición. “La expresión cambia cuando se aportan argumentos como: ‘Puede ser peligroso’, ‘Estamos conversando con otra persona’, ‘Lo haremos más tarde porque ahora no hay tiempo”, ejemplifica la psicóloga Ana de la Tassa.
- “Eres tonto”. “Se trata de un mensaje que, aunque se diga en broma, puede minar la autoestima a largo plazo de manera subconsciente”, advierte esta psicóloga infanto-juvenil.
- “Es tu culpa”. La culpa es una de las emociones más hirientes que hay. Además, se siente inamovible y permanece en la memoria del niño. “Trasladar esta expresión al lenguaje constructivo implica explicar las consecuencias negativas del comportamiento para que lo entienda e interiorice sin sentirse culpable”, añade.
- “Ahora no”. Cuando un niño necesita expresar algo pero los adultos están ocupados para escucharle y atenderle convendría añadir: “Puedes esperar cinco minutos y los hablamos tranquilamente, porque me interesa saber lo que te pasa”, matiza De la Tassa. “De esta forma, se evita que el niño crea que no interesa lo que tiene que decir y que no puede contar con sus padres”, incide.
- “Tu hermano lo ha hecho mejor que tú”. Con esta frase se transmite la idea de que el niño debe cambiar y dejar de ser él mismo. “El aspecto constructivo a destacar en este contexto son las habilidades específicas de la persona”, destaca por su parte la psicóloga Ana Gómez.
- “No hagas eso, que te vas a hacer daño”. “A veces, el silencio es la mejor respuesta y en este caso conviene que los niños aprendan a través de su experiencia las consecuencias de sus acciones y sean capaces de enfrentar sus miedos”, continúa Gómez.
- “¿Por qué eres tan desordenado?”. “Esta afirmación marca la pauta para que el niño integre que uno de sus defectos es el desorden, por lo que resulta más constructivo enseñarle cómo organizar su espacio y predicar con el ejemplo”, explica también esta psicóloga.
- “No llores, los niños mayores no lo hacen”. “El llanto es una herramienta valiosa para regular y expresar las emociones y no conviene transmitir el mensaje de que hay que reprimirlo”, continúa esta experta.
- “En mi época esto no era así”. “Con esta expresión se desvaloriza la identidad del niño a la hora de resolver las situaciones con su criterio”, añade Gómez.
- “La letra con sangre entra y las cosas sin esfuerzo no son relevantes”. Este tipo de frases imprimen un extra de presión al niño, que acaba por perder el enfoque de disfrute en lo que hace. “La forma de cambiarla a positivo es decir: ‘valora lo que logras, disfrutando de hacerlo”, destaca Fernando Sampedro.