Los datos se han agravado desde la pandemia con un aumento de hasta el 47% en los trastornos de salud mental en los menores, que además expresan sus síntomas de forma distinta a los adultos
La pandemia ha magnificado un problema que los adolescentes españoles ya arrastraban de antes: el aumento de la depresión. Cuando el nuevo coronavirus apareció, hace ya tres años, acaparó la atención al completo. Como no podía ser de otra forma, su virulencia se convirtió en la prioridad. Sin embargo, otro problema de salud pública comenzó a crecer en silencio. Ahora, ya lo sabemos: los trastornos de salud mental en menores han aumentado un 47%. Desde el 2019, los casos de ansiedad y depresión, así como los diagnósticos de TDAH se multiplicaron por tres o cuatro, respectivamente. La consecuencia más devastadora es esta: los suicidios han crecido hasta un 59%. Estos números pertenecen al Grupo de Trabajo Multidisciplinar sobre Salud Mental en la Infancia y Adolescencia, de la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria (Aepep) y fueron publicados en abril del 2022.
Los síntomas de la depresión en adolescentes no difieren demasiado de la depresión en adultos, pero los más pequeños sí que pueden presentar señales diferentes. Esto se debe a que su personalidad aún no está formada y las herramientas que usan para hacer frente a sus problemas difieren con respecto a las que utilizan las personas adultas. Los estudios confirman que los menores llevan peor la depresión o la ansiedad porque están atravesando una etapa delicada. La adolescencia no deja de ser un largo proceso de cambios psicológicos y emocionales rápidos que, a menudo, son contradictorios. En este momento de la vida, se experimentan emociones más intensas, por lo que es más complicado relativizar los problemas y el dolor se convierte en sufrimiento más rápidamente.
Síntomas de la depresión en adolescentes
Los síntomas de la depresión, en general, son un estado de ánimo deprimido, es decir, de tristeza profunda o desesperanza, un sentimiento de vacío y la pérdida de interés por realizar actividades. En las personas jóvenes también acarrea cambios a la hora de pensar, actuar y comportarse; precisamente porque se encuentran inmersos en la búsqueda de respuestas a la pregunta «quién soy». Para determinar si un adolescente tiene depresión no deben darse todos los síntomas que se refieren a continuación; pueden darse unos sí y otros no. Ante la aparición de cualquiera de ellos es preciso tratar el problema y buscar ayuda.
1. Intercalan tristeza con arrebatos de ira
El primer tipo de cambio que aparece ante una depresión en adolescentes suele ser la tristeza constante. Pueden aparecer llantos sin ningún motivo aparente o permanecer al borde de las lágrimas con asiduidad. Si tu hijo o hija presenta un ánimo triste la mayor parte del día, no disfruta de las cosas que solían hacerle feliz ni presenta interés hacia planes o aficiones, podríamos estar asistiendo al primer episodio de una depresión. Conviene estar atentos, pues los jóvenes, como ya hemos visto, se encuentran en un momento de ebullición hormonal y emocional, por lo que los episodios de tristeza puede intercalarse con irritabilidad, mal humor e ira. Por contra, en personas adultas con depresión es mucho menos frecuente, no es común, que suelan aparecer estas «erupciones» de enfado.
2. Se encierran en sí mismos
La depresión en adolescentes también puede presentarse en forma de apatía. En lugar de presentarse síntomas como los lloros y las rabietas efusivas, algunos jóvenes simplemente parece que «dejan de sentir». No lloran, no se alegran, no se enfadan, no se frustran. La desesperanza y el vacío les lleva más bien a la introversión y al aislamiento social. Se encuentran solos e incomprendidos, dejan de hablar y de salir con amigos, compañeros, vecinos o familiares. Ya no quieren estar con ellos y prefieren la soledad.
3. Su autoestima se desploma
Los adolescentes son muy autocríticos y, por ello, más sensibles al fracaso. Por lo general, necesitan mayores dosis de aprobación, sobre todo la aprobación social del grupo al que pertenecen. También puede suceder que necesiten la aprobación de sus padres y de sus profesores y profesoras del instituto. Si sienten que no la tienen o la pierden, su autoestima puede desplomarse. A partir de ahí, pasan a percibirse a sí mismos de una forma sumamente negativa (sienten que son tontos, feos, gordos, torpes, etcétera) y eso hace que no encuentren su lugar en el mundo. Sienten que «no valen nada» y que no tienen cabida. La culpa también puede estar presente. En un estadio grave, aparecen pensamientos recurrentes de suicidio.
4. Se autolesionan
Puede ser difícil tratar de entender por qué los jóvenes se hacen daño de forma voluntaria. Pero lo cierto es que las autolesiones entre adolescentes van en aumento. La forma más habitual de hacerlo suele ser cortándose, aunque también tienden a hacerse hacerse heridas y golpes, quemarse, tirarse del pelo, pellizcarse o rasgarse la piel con las uñas. Las ubicaciones más comunes para hacerlo son el interior de los antebrazos y de los muslos. ¿Los motivos? Pueden variar.
Según la psicología, es un intento de controlar emociones y estrés fuertes que les parecen imposibles de tolerar. En la mayoría de las ocasiones, autolesionarse no es un intento de suicidio pero sí puede ser una señal. A la hora de detectarlo, cabe destacar que en los últimos meses ha vuelto a ponerse de moda una app para el móvil llamada ‘I am sober’, una especie de comunidad en la que los jóvenes registran cuándo se hacen daño y, a veces, lo suben a redes sociales para que otros jóvenes les animen a no volver a hacerlo. Si tu hijo tiene instalada esta aplicación, es suficiente motivo para actuar.
5. No comen, no duermen
Los adolescentes que atraviesan una depresión pueden presentar un cambio notable de peso o en la forma de comer, ya sea mucho o poco. Si dicen que no tienen hambre demasiado a menudo, es motivo para preocuparse, pero también si comen demasiado y a deshoras. De la misma manera, es habitual que a una baja autoestima y una depresión le acompañen otras enfermedades con mayor prevalencia en adolescentes (sobre todo en las chicas) como la bulimia o la anorexia. Si tu hija manifiesta inseguridades con respecto a su físico, se refugia a menudo en el baño o se provoca el vómito, se debe actuar cuanto antes. Del mismo modo, los adolescentes con problemas de salud mental dormirán muy poco durante la noche o demasiado durante el día.
En cuanto a las diferencias de género, en los niños y niñas es igual de prevalente. Sin embargo, la depresión es mucho más común en las adolescentes mujeres que en los varones: de hecho, se da el doble. Por un lado, esto se debe a que ellas presentan cambios hormonales mucho antes que los varones y más complejos. Por otro, ellas reciben un bombardeo de «estándares ideales» sobre cómo debe ser su cuerpo, su apariencia y su comportamiento mucho mayor que el que reciben los chicos.
Otros síntomas de depresión en adolescentes son la falta de energía o la incapacidad de hacer tareas simples. A veces son ellos mismos quienes manifiestan que «no pueden» hacer algo porque realmente no se sienten con fuerzas o no se sienten capacitados; a pesar de que son actividades sencillas (salir de la cama, pasear, cocinar, ir a la compra, estudiar, etcétera). Asimismo pueden manifestar problemas para enfocarse o tomar decisiones. Del mismo modo, las calificaciones de la escuela pueden bajar, pero parece que no les preocupa su futuro. También pueden manifestar dolores o molestias a pesar de que su salud se encuentra perfectamente bien. Por último, pueden comenzar a consumir sustancias alcohólicas y drogas. Sobre todo, es motivo de preocupación si lo hacen manera compulsiva.
¿Qué hacer si sospechas que tu hijo o hija tiene depresión?
Parece lo más obvio, pero eso es porque es eficaz. Hay que hablar con nuestros hijos sobre sus sentimientos, sobre cómo es su relación con su círculo de amistades, explicarles las cosas que suceden en el hogar o manifestar interés por lo que les pueda estar molestando en la escuela. Tratar de mantener una buena comunicación es esencial. Desde pequeños, debemos generar con ellos un clima de confianza y apoyo, para que cuando les suceda algo quieran contárnoslo.
Para ello, debemos tener en cuenta que no sirve de nada juzgarles con los estándares de una persona adulta ni minimizar sus problemas. Si habla con nosotros debemos tratar de evitar a toda costa que se sienta incomprendido, que piense que es un error sentirse así o que se han invalidado sus sentimientos. Si no lo conseguimos, tampoco debemos culpabilizarnos.
A la vez que intentamos mejorar la comunicación, es imprescindible que los padres de un adolescente con síntomas de depresión busquen inmediatamente ayuda profesional. Y, casi seguro, ellos y ellas también necesitarán ese apoyo psicológico para superar la enfermedad juntos. Si se diagnostica profesionalmente la depresión a un adolescente, no pasa nada. Es el primer paso para comenzar a caminar hacia una situación mejor para él/ella y para toda la familia.