El tabaco es la sustancia que mayor número de muertes y discapacidad evitable causa en el mundo. Según la Organización Mundial de la Salud, mata cada año a más de 8 millones de personas, principalmente por cáncer, enfermedades cardiovasculares y enfermedades pulmonares. En América Latina y el Caribe, la OMS calcula que se cobra 500 000 vidas cada año. Y en España, en torno a 50 000.
Algunos de los efectos del consumo de tabaco sobre la salud, como los síntomas respiratorios, aparecen poco después de iniciarse el consumo. Sin embargo hay otros que tardan años en producirse, como por ejemplo el cáncer. Por eso, vigilar cuántas personas mueren por fumar, por haber fumado o incluso sencillamente por estar expuestas al humo ambiental del tabaco es importante y debe realizarse de forma periódica.
Las mujeres empezaron a fumar más tarde
La expansión del consumo de tabaco en España fue más tardía que en otros países desarrollados como Estados Unidos o Reino Unido. No fue hasta la Guerra Civil (1936-1939) cuando se popularizó fumar entre los hombres españoles, primero entre los de las clases sociales más favorecidas y posteriormente entre las clases obreras.
Este mismo patrón se observó en las mujeres, pero décadas más tarde, pues hasta los años 60 estaba mal visto socialmente que una mujer fumase. Sin embargo, todo cambió entre finales de los años 60 e inicios de los 70 del siglo pasado, momento en el que tuvo lugar un importante aumento del consumo de tabaco en las mujeres españolas.
Evolución de la mortalidad relacionada con el consumo de tabaco en España
Una de las formas más habituales de evaluar el impacto del tabaco en una población es a través del cálculo de la mortalidad atribuida al consumo. Este indicador se relaciona con la prevalencia de consumo de tabaco y con el riesgo que tienen los fumadores y los exfumadores de morir debido a haber fumado.
Para analizar cómo evoluciona la mortalidad atribuida al tabaco en España se realizó un estudio para estimar la carga de mortalidad asociada al consumo de tabaco durante un periodo de casi 30 años (1990-2018).
Evolución de la mortalidad relacionada con el consumo de tabaco en España. Author provided
Durante este periodo, el consumo de tabaco causó más de 1,7 millones de muertes, y de estas muertes más de 1,5 millones ocurrieron en hombres. De manera global, los datos sugieren que la mortalidad atribuida al consumo de tabaco está disminuyendo en España.
Si se analizan en detalle los datos, ese descenso se debe a un claro descenso de la mortalidad atribuida al consumo de tabaco en hombres a cualquier edad a partir de finales de los años 90. Pero si nos quedamos solo con los datos de la población femenina, la cosa cambia radicalmente. Desde los años noventa, la mortalidad atribuida al consumo de tabaco en mujeres está aumentando, sobre todo por cáncer de pulmón y enfermedades cardiovasculares. Y lo hace rápido tanto en las jóvenes como en las de edad más avanzada.
En las mujeres es especialmente preocupante el aumento de la mortalidad atribuida por cáncer de pulmón, que ha ganado un gran protagonismo en los últimos años. Así, durante la primera mitad del periodo de estudio (1990-2003), el cáncer de pulmón representaba el 12,3 % de la mortalidad atribuida total en las mujeres, mientras que en la segunda mitad (2004-2018) casi se duplicó, alcanzando el 21 % del total.
Avanzar hacia una sociedad libre de tabaco
El consumo de tabaco es responsable de un elevado número de muertes cada año y, aunque estas muertes siempre han sido superiores en los hombres, preocupa la reciente evolución de la mortalidad atribuida al consumo de tabaco en las mujeres.
Es cierto que en España se realizó un gran avance en Salud Pública con la aprobación de las Leyes 28/2005 y la 42/2010 de medidas sanitarias de control del tabaquismo. Pero no ha sido suficiente: tanto el porcentaje de fumadores como las cifras de mortalidad atribuida al consumo de tabaco continúan siendo elevados en España.
Por ello, para continuar avanzando en la lucha contra la epidemia tabáquica es necesario actualizar y reforzar las políticas para su control, especialmente las estrategias dirigidas a la prevención del inicio y a la cesación del consumo, tanto de tabaco convencional como de sus nuevas formas de consumo. Teniendo en cuenta que estas estrategias deben diseñarse con perspectiva de equidad y de género.