Los maratones de donación de sangre que cada cierto organizan los hospitales y centros de transfusiones podrían tener sus horas contadas. Y es que el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) participa en un proyecto europeo que desarrollará una tecnología, escalable y a demanda, para obtener un sustituto artificial de la sangre, mediante el diseño de glóbulos rojos sintéticos.
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“Los eritrocitos sintéticos reproducirán las características fundamentales de los naturales, imitando su citoesqueleto, su asimetría lipídica, proteínas funcionales y su respuesta al entorno”, explica la investigadora principal, del CSIC, dentro del Instituto de Ciencia de Materiales de Barcelona (Icmab), Arántzazu González-Campo.
El proyecto SynEry (acrónimo de Bottom-up reconstruction of a Synthetic Erythrocyte) quiere abordar el problema del insuficiente suministro de sangre y los elevados riesgos de infecciones transmitidas por transfusiones en regiones poco desarrolladas y en escenarios de catástrofes naturales, pandemias o conflictos bélicos.
Los resultados allanarán el camino hacia la síntesis de células sanguíneas artificiales. El objetivo a largo plazo es desarrollar un sustituto eficaz y universal de la sangre, que pueda producirse de forma rentable en instalaciones de fabricación farmacéutica, y que permita solventar la necesidad médica de transfusiones sanguíneas seguras. No obstante, la visión y aplicabilidad a largo plazo de esta sangre artificial van mucho más allá de las transfusiones, ya que los eritrocitos sintéticos podrían ser una plataforma para administrar fármacos.
Más aplicaciones
Además, la tecnología desarrollada en el proyecto, explica González-Campo, “podría abrir el camino para construir otras células terapéuticas artificiales, como células T. Asimismo, el hecho de desarrollar sistemas con una excelente biocompatibilidad y con facilidad de transportar diferentes biomoléculas y fármacos permite crear una tecnología multifuncional y avanzar en campos como la administración de fármacos o la terapia celular”.
Los objetivos del proyecto – liderado por la Universidad UK Leuven (Bélgica), financiado por el Consejo Europeo de Innovación (EIC) y que finalizará en marzo de 2026- serán abordados por un consorcio interdisciplinar que combina conocimientos en diferentes áreas, como la microfluídica, la (bio)nanotecnología y los modelos de ensayo in vivo.