El filósofo español fue uno de los invitados del reciente Hay Festival de Arequipa. Aquí dilucida sobre el pesimismo y otras circunstancias que afronta hoy la humanidad.
Dicen que la vida humana es resistir, la contraposición al nihilismo, la corriente filosófica de Friedrich Nietzsche que expresa pesimismo frente a ella y el “nada tiene sentido”. El filósofo español Josep María Esquirol le hace frente a esta corriente. Admite que los seres humanos están descubiertos, a la intemperie, sin una ruta clara. Amenazados por las fuerzas erosionadoras del consumismo y el paso del tiempo, buscan el amparo, el movimiento a un espacio cálido, naturalmente para sobrevivir. Probablemente ahí la vida cobra algún sentido. Esquirol, catedrático de la universidad de Barcelona, desarrolló este pensamiento en sus tres últimos libros madurados en un periodo de tres años: La resistencia íntima (2015), galardonado con el Premio Nacional de Ensayo en España; La penúltima bondad (2018) y Humano, más humano: una antropología de la herida infinita (2021), todos bajo el sello de Acantilado. Fue uno de los invitados del Hay Festival Arequipa y se dio tiempo para plantear algunas reflexiones con La República.
Los ingredientes que nos da la realidad, ¿nos sirven de alguna forma para ser más nihilistas?
Cuando hablo del nihilismo lo hago en su sentido más habitual: que no hay sentido y todo es absurdo, que todo termina siendo nada. No intento superar la experiencia nihilista porque en la existencia humana hay algo así como la sombra o la amenaza del sinsentido. La cuestión es si encontramos motivos para resistir a esta amenaza; si vivimos cosas que sí tienen sentido, y si podemos confiar, aunque sea débilmente, en un sentido que todavía no alcanzamos.
Muchos dicen que ser nihilista también significa ser realista.
La palabra ‘realismo’ la utilizo muy poco. No significa que mi filosofía no lo sea. Me gusta vincularme con experiencias que forman parte de la vida misma. Procuro que la abstracción esté conectada con lo concreto. La conexión con la vida misma también podría llamarse realista.
Algunos críticos dicen que en su libro Humano, más humano hay mucha filosofía, pero también poesía.
La filosofía es pensar para orientarnos y comprendernos mejor. Entiendo que puedan darse expresiones filosóficas con un lenguaje poético. Comento en algunos seminarios textos de Hölderlin, de Miguel Hernández, de Claudio Rodríguez, de Anton Chejov… Veo allí una riqueza de pensamiento extraordinaria, ahí hay filosofía.
La poesía no solo es inspiración, esperar que las ideas lleguen a la cabeza al azar.
La imagen tradicional de las musas no es una tontería. En cualquier creación hay algo de inexplicable. Es buena cosa advertir este elemento no dominable. Pero es imprescindible la maduración. “Concepto” viene de concebir, de parir. ¿Qué es lo que precede al nacimiento de una criatura? La gestación: un tiempo lento de maduración, yo diría que eso ocurre también en el ámbito del pensar.
En su libro Humano más humano habla sobre la ‘herida infinita’. ¿Se puede explicar la vida desde una ‘herida infinita’?
Cuando hablo de ‘herida infinita’ lo utilizo estrictamente como sinónimo de conmoción. De algo que nos toca muy profundamente, que conmueve. Intento explicar que el ser humano, en su más profundo centro, más que un poder o capacidad, es una conmoción, una afectación, la vibración provocada por algo que le llega hasta lo más profundo.
Y el ser humano todavía no se ha podido explicar pese a los avances científicos.
Los avances científicos relacionados con la genética o biología explican muchas cosas. Pero el sentido de la existencia humana no es explicable científicamente. La ciencia explica procesos causales, pero hay algo de inicial, de original de cada ser humano inexplicable. Acercarse, aunque solo sea un poco, a ese fondo inexplicable, es lo que hacen los grandes filósofos. Pensar es acercarse y ahí ya uno, en cierto modo, se transforma.
En su libro también se reflexiona sobre la muerte. Sobre todo, en estos tiempos tan borrascosos que hemos convivido con ella.
Mi propuesta se nutre de autores como Kierkegaard y Heidegger. La herida de la muerte forma parte de la herida infinita. La muerte nos afecta de tal modo que deja en nosotros una angustia existencial.
Pero también habla sobre el suicidio y la eutanasia. Dice que la muerte vendrá, no hay que criminalizarla.
El ensayo te permite hacer referencias y excursiones a temas que quedan como laterales. Me permito mencionar el problema del suicidio o de la eutanasia. Aprovecho un poco para indicar mi modo de entender las cosas.
¿Y está de acuerdo con el suicidio y la eutanasia?
No creo que uno tenga que estar o no de acuerdo ante una persona que se suicida. La actitud pertinente es la del máximo respeto. Hay que juzgar lo menos posible. Otra cosa es pensar “ojalá, esa persona en un momento difícil donde los horizontes se cierran hubiera tenido la ayuda suficiente para no quitarse la vida”. Eso no es un juicio, sino deseo. Y en relación a la eutanasia, hay bastantes posiciones simplistas. Eutanasia significa buena muerte; diría que el sentido común indica que lo mejor es tener una buena muerte en la medida de lo posible. Que no sea más dolorosa, agónica o traumática de la cuenta.
Le preguntaba esto sobre todo por las posiciones de la Iglesia. Dicen: “Quien da la vida y quita la vida es Dios”.
No hablo en términos jurídicos. Hablo en términos conceptuales. Si me dicen tal persona se suicidó, mi primera actitud es de respeto e intento comprender. Respecto a la eutanasia, igual, no digo que esté a favor, porque no entiendo quién puede estar en contra. Ayudar al bien morir es sensato. Pero otra cosa es cómo y cuándo.
Usted también habla mucho del futuro.
Al contrario, no hablo del futuro. Intento contrarrestar las hegemonías. Cuando se habla demasiado de una cosa a mí me preocupa. En los últimos años hay demasiada gente que habla del futuro. Vamos a ‘adaptarnos para el futuro’ es como una traducción de un nuevo fatalismo. Yo prefiero hablar de ‘construir el mundo’. Es más concreto y exigente. El futuro es etéreo, indefinido y el mundo es concreto y lo estamos destruyendo, deshaciendo.
¿Por qué considera que lo estamos deshaciendo?
Es obvio, las cosas no van bien. No hay que ser pesimista para darse cuenta. Los procesos ni a nivel personal ni a nivel social son lo suficientemente adecuados; la crisis ecológica es una realidad, y hay mucha conflictividad latente en todo el mundo. No estamos en un buen momento.
Cuando vino la pandemia dijeron que esto de alguna forma servía para ponerle un stop y reiniciar…
Parece que no. No es fácil reorientar la dirección que ha tomado la civilización. Sin embargo, que no sea fácil no significa que no sea urgente ni posible. Creo que es posible. En el fondo hay mucho que depende de nosotros, de los seres humanos. No creo que haya algo así como un destino o movimiento impersonal que lo domina todo; lo que hay es la vida de las personas y las decisiones que tomamos a título individual y colectivo, eso es lo que pesa y cuenta. Es un momento donde algunos nos sentimos como que resistimos. No es un proceso de introspección, ni de evasión. Es una manera de posicionarse ante lo que domina y que uno cree que no está bien.