Un día me encontré con este término extraño, pero apasionante que nos demuestra que todo está conectado y unido.
La conexión que tiene una madre con su hijo, va más allá del espacio. Y comienza a gestarse en el útero materno. Ese cobijo que nos llena de seguridad y protección mientras poco a poco nos convertimos en humanos.
En el útero materno, somos acunados y sostenidos por nuestra madre, animados a seguir creciendo, a superarnos cada día. Y este proceso es mágico. Aunque la ciencia tiene mucho que decir.
QUÉ ES EL MICROQUIMERISMO FETAL
Este concepto hace referencia al intercambio de células que se producen entre el feto y la madre a través de la placenta. De modo que la madre gestante tiene células de su bebé y el bebé tiene células de su madre.
Pero la ciencia también ha descubierto, que el bebé puede tener células de sus hermanos mayores o incluso de su abuela materna. Porque estas células forman parte de la madre embarazada (Arias-Ruiz, L.F., et al., 2020).
Se ha observado que este intercambio de células, comienza en la segunda semana del embarazo y va aumentando al tiempo que el embarazo se desarrolla. El tercer trimestre parece ser especialmente importante para este intercambio celular. Estas células traspasan la placenta y entran en el cuerpo de ambos mediante los vasos sanguíneos (Arias-Ruiz, L.F., et al., 2020).
En el embarazo, se sabe que el feto transfiere más células a la madre que la madre al feto (Della Fontana, F.D., 2018).
Nuestro sistema inmune, siempre protegiéndonos de células extrañas que no nos pertenecen, suele hacer desaparecer estas células tras el parto. Pero aquellas células que no son eliminadas, viajan hasta la médula ósea, la sangre, el páncreas, los pulmones, el corazón, el cerebro, los ovarios, los testículos o el hígado (Arias-Ruiz, L.F., et al., 2020).
Algunas de las ventajas de mantener estas células en el cuerpo de la madre y del bebé, es que pueden promover una mayor supervivencia especialmente en la madre y también pueden ralentizar su envejecimiento. Esto se produce porque las células intercambiadas en este proceso, tienen el mismo comportamiento que las células madre (Arias-Ruiz, L.F., et al., 2020).
Estas células pueden mantenerse en el cuerpo de la madre y del hijo durante décadas o incluso durante toda la vida. Conectados de una manera profunda y desconocida.
Los estudios están observando también que tal vez la presencia de estas células ajenas en el cuerpo de las madres, pueden causar enfermedades autoinmunes (Arias-Ruiz, L.F., et al., 2020).
LACTANCIA MATERNA Y EL INTERCAMBIO CELULAR
Este intercambio celular no se produce solo durante el embarazo y el parto.
Hay algunos estudios que indican que esta transferencia celular también se produce a través de la lactancia materna.
La lactancia es sumamente importante para el desarrollo del bebé porque a través de la leche materna, vamos adquiriendo un sistema inmune más fuerte, lo que asegura nuestra supervivencia.
Si bien el intercambio de células que se produce en el útero es bidireccional (madre e hijo dan y reciben células del otro), este intercambio celular durante la lactancia, se produce solo de la madre al hijo (Della Fontana, F.D., 2018).
El microquimerismo en la lactancia materna, hace posible que estas células de la madre, se queden en las mucosas digestivas, faríngea y respiratoria. Los beneficios para el bebé son múltiples: regula y madura su sistema inmune, permite una mejor reparación de los tejidos y reemplaza células dañadas o poco desarrolladas en el bebé (Della Fontana, F.D., 2018).
Y es este proceso de intercambio celular entre madre e hijo, lo que podría explicar por qué se produce un mayor éxito en los trasplantes que se hacen de madre a hijo, cuando estos fueron amamantados (Della Fontana, F.D., 2018).
El cuerpo humano no para de sorprendernos con su capacidad de adaptación. Se ha desarrollado a lo largo de miles de años para convertirse en este vehículo de alta tecnología que en realidad es.