Las malas hierbas o maleza afectan al rendimiento de cultivos como el maíz, sobre todo porque se hacen resistentes a la acción de los herbicidas. Si sumamos la acción de la maleza al cambio climático, el resultado será que el rendimiento de los cultivos se reducirá mucho más de lo que otros estudios han vaticinado.
El cambio climático provoca que año tras año se reduzca el rendimiento de los cultivos, hablamos de un tema que se ha tratado en varias ocasiones, como en este estudio del Centro de Excelencia para los Extremos Climáticos (ARC), o en este otro realizado por expertos de la Universidad de Stanford, entre otros. Algunos expertos consideran que para finales de siglo, la pérdida de rendimiento de alimentos como el maíz rondará el 28%, pero no se ha considerado la acción de las malas hierbas, por lo que la pérdida podría ser mucho mayor, complicando aún más la seguridad alimentaria.
Los cambios en el clima provocan primaveras más húmedas y veranos más calurosos y secos, dos factores de presión sobre el cultivo de maíz en todas sus etapas, por otro lado, estas condiciones climáticas favorecen a la maleza o malas hierbas, que tienen la capacidad de desarrollarse con más facilidad en un entorno más difícil. La deducción a primera vista es que el rendimiento de cultivos como el maíz, se reducirán aún más debido a las malas hierbas, ya que las plantas de maíz o de otros cultivos se enfrentan a dos factores estresantes que reducen su rendimiento, las malas condiciones climáticas y las malas hierbas.
Los expertos de la Facultad de Ciencias Agrícolas, del Consumidor y Ambientales de la Universidad de Illinois explican que, por separado, se han realizado investigaciones sobre ambos factores, además de las investigaciones citadas sobre el cambio climático, se pueden citar otros estudios como este del año 2014, en el que empresas e investigadores alertaban sobre el grave problema de las malas hierbas, causantes de la pérdida de cosechas y por tanto, de un riesgo para la seguridad alimentaria.
Los investigadores comentan que los modelos informáticos que predicen los rendimientos de maíz en el futuro no tienen en cuenta la acción de las malas hierbas, o mejor dicho, se considera que el maíz rendirá libre de maleza, algo poco probable si no se desarrolla una tecnología y metodología efectiva que permita manejar las malas hierbas, por lo que los datos obtenidos en este tipo de investigaciones no son del todo fiables.
Controlar completamente las malas hierbas es actualmente imposible, sobre todo sabiendo que los herbicidas cada vez son menos efectivos porque la maleza se hace más resistente. Por cierto, merece la pena recordar que este problema se detectó por primera vez en el año 2000, los expertos encontraron plantas que eran resistentes a la acción de herbicidas como el Roundup, que están basados en el glifosato. Varias especies de maleza como el amaranto palmer, presente en los cultivos de maíz y sobre todo de soja, son capaces de soportar la acción de los herbicidas, y sin nuevos herbicidas que puedan acabar con ellas, las perspectivas para el control de las malas hierbas se reducen considerablemente.
Los investigadores han constatado que las malas hierbas se han convertido en el factor más importante que influye en el rendimiento de cultivos, siendo mayor que la propia climatología. Esta es la conclusión tras los estudios realizados y un análisis de 27 años de ensayos de evaluación de herbicidas que representan más de 200 entornos climáticos en el Estado de Illinois (Estados Unidos). Explican que cuando se quiere observar la variación del clima y el rendimiento de los cultivos de manera controlada, se suelen desarrollar investigaciones en dos o tres entornos, por lo que resulta insuficiente y los datos que aportan no son concluyentes. Con el nuevo modelo se predice mejor cómo el clima y las malas hierbas afectarán a la producción del maíz, esto ha sido posible gracias a unos algoritmos de aprendizaje automático que han ayudado a dar sentido a un gran y complejo conjunto de datos.
Se han analizado todo tipo de parámetros, la fecha de la siembra, la elección de variedades híbridas, la densidad de siembra, el porcentaje de control de maleza para múltiples especies de malas hierbas, los datos meteorológicos por etapas que son clave en el crecimiento del ciclo de vida del maíz y su rendimiento, etc. Los resultados muestran hasta una pérdida del 50% del cultivo, si la maleza tardía se controlaba mínimamente, la combinación de maleza y eventos climáticos provocaba una considerable pérdida del rendimiento, lo que obliga a intentar realizar un control exhaustivo de las malas hierbas.
Los expertos explican que el calor excesivo y la sequía del verano ejercen presión sobre el cultivo de maíz que hace que sea menos competitivo contra las malas hierbas, aunque esta no es la única forma en que el cambio climático interactúa con la maleza para reducir el rendimiento del maíz, ya que un clima adverso afecta a las condiciones de trabajo del campo y a la eficacia de los herbicidas. Se cita como ejemplo el uso de herbicidas de preemergencia, estos no funcionan correctamente si se inicia un periodo de sequía justo después de ser aplicados.
Se considera que la siembra tardía es mejor para el control de la maleza, ya que las tempranas tienen tiempo de desarrollarse y morir antes de iniciar la siembra del maíz, pero esta no es una solución, ya que cuanto más se tarda en sembrar, más posibilidades hay de que el cultivo se enfrente a un periodo de extremo calor durante la floración, por tanto, la solución es complicada. De hecho, en la investigación se destaca la necesidad de alejarse de la dependencia de sistemas simplistas de control de malas hierbas bajo el cambio climático, ya que la maleza se adaptan a los herbicidas y no hay una solución a corto o medio plazo.
Los responsables del estudio animan a investigar para poder hacer frente a este problema y utilizar todos los medios disponibles para acabar con él sin depender exclusivamente de los herbicidas, de lo contrario, la seguridad alimentaria será mucho más complicada de lo que se augura en un futuro a medio y largo plazo. Podéis conocer todos los detalles de la investigación a través de este artículo publicado en la página de la Universidad de Illinois, y en este otro publicado en la revista científica Global Change Biology.