Los expertos explican que aprender más de una lengua aporta flexibilidad. Por ello, puede favorecer la producción de respuestas más apropiadas con los distintos sentimientos.
Los niños con Trastorno del Especto Autista (TEA) suelen presentar, como aspectos más frecuentes, alteraciones en la comunicación y el lenguaje. La ausencia del inicio del lenguaje, cuando por edad ya debería haber iniciado esta etapa, crea inquietud entre los padres. Este trastorno del neurodesarrollo acrecienta la preocupación entre los progenitores cuando el entorno del niño o niña con un diagnóstico TEA es bilingüe y les surgen las dudas de si es conveniente aprender dos idiomas de manera simultánea. El estudio “Bilingüismo y lenguaje en niños con Trastorno del Espectro Autista: una revisión sistemática” de la Sociedad Española de Neurología, publicado en Elsevier, realizó una revisión sistemática en el que recogía que el bilingüismo no supone ninguna dificultad adicional para el desarrollo de niños con este trastorno a partir de los tres años. El documento apunta que “de cara a las familias que tienen un hijo con TEA y que se mueven en un ambiente bilingüe, es fundamental la orientación que los profesionales puedan aportar sobre el aprendizaje del segundo idioma, confirmando que no redundará en un desarrollo inadecuado del mismo. Al contrario, el niño se beneficiará del aprendizaje y desarrollo que conllevan dos idiomas”.
Silvia Nieva, presidenta del Comité de Expertos de Multilingüismo y Multiculturalidad de AELFA-IF (Asociación Española de Logopedia, Foniatría y Audiología) y logopeda docente e investigadora en la Universidad Complutense (UCM) de Madrid, sostiene que “los resultados de varios estudios recientes defienden que un entorno bilingüe/multilingüe puede tener un efecto positivo en habilidades cognitivas, metalingüísticas (para entender las reglas de cada lengua) y para aprender cómo comunicarse adecuadamente en cada situación”. Además, prosigue esta investigadora, “aprender más de una lengua aporta flexibilidad; es decir, entender que las cosas no tienen una única forma de ser. Por ello, el bilingüismo puede favorecer la producción de respuestas más apropiadas con los distintos sentimientos y pensamientos de los demás. Además, contribuye a una percepción más adaptada en situaciones de rechazo social”. Una opinión que coincide con la de María Verde, psicóloga del área de Investigación de Autismo España, quien asegura que “restringirse a utilizar un solo idioma no maximiza necesariamente el potencial de aprendizaje lingüístico o comunicativo cuando el niño o la niña se desarrolla en un entorno bilingüe”. Es más, apunta esta psicóloga, “existen incluso estudios que han encontrado que los niños y niñas con TEA bilingües tienen el doble de probabilidades que los niños monolingües con TEA de usar gestos cuando se comunican, como, por ejemplo, señalar”. Asimismo, María Verde considera que los niños y niñas con este trastorno “pueden ser capaces de manejar y beneficiarse de escuchar más de un idioma en el mismo sentido que sus iguales: desarrollando mayor flexibilidad cognitiva y pensamiento crítico, mayores destrezas para la interacción social y mejores capacidades mentalistas. Incluso puede ofrecer ventajas para la lectura y la escritura”.
Ante la preocupación que algunos padres muestran sobre la decisión de que sus hijos crezcan en un entorno monolingüe o bilingüe, Silvia Nieva indica que hay mucha variabilidad de perfiles, “por lo que las decisiones deben tomarse atendiendo a las necesidades y situación concreta de cada niño/a en su entorno”. Dice la presidenta de AELFA-IF que “mantener todos los idiomas de su entorno mantiene la cultura y permite la relación con toda la familia. Igualmente, un enfoque monolingüe podría perjudicar al resto de los hermanos. El bilingüismo está contemplado en la Declaración de los Derechos del Niño. Incluso los/as niños/as con TEA que aprenden a hablar en un entorno cultural monolingüe tienen derecho a adquirir lenguas distintas a las de su identidad cultural, no solo por una cuestión de manejo de idiomas, sino también por los beneficios que aporta el bilingüismo en el desarrollo cognitivo”. Además, continúa la investigadora de la UCM, según el estudio publicado en 2020 por Digard y colaboradores, “los adultos con TEA bilingües manifiestan haber tenido una vida social más satisfactoria que los monolingües. Aprender lenguas a cualquier edad requiere poner en práctica recursos que aportan beneficios a nivel social y de calidad de vida”.
Por su parte, la representante del área de Investigación Autismo España explica que las familias monolingües pueden elegir el aprendizaje de un solo idioma o fomentar el bilingüismo. En el caso de que la familia pueda escoger, “por ejemplo, siendo ambos progenitores castellanohablantes y deciden hablar en inglés durante algunas horas al día o en ciertos contextos con sus hijos/as, se suele aconsejar que la familia se adhiera a la lengua que maneja con mayor soltura y naturalidad para favorecer las oportunidades para la socialización y la interacción espontáneas. Existen expresiones, conversaciones importantes y complejas, e incluso comentarios casuales y palabras de afecto que a menudo se pierden al ser traducidas cuando familias cambian su lengua materna por otra, como ocurre frecuentemente con el inglés”. Por el contrario, si el bilingüismo es algo que ya está presente en el hogar (por ejemplo, una familia catalana que alterna entre el uso del castellano y el catalán), “frecuentemente se recomienda mantener la dinámica natural de la familia empleando ambas lenguas maternas con la frecuencia habitual”.
En los entornos educativos, la elección de uno u otro modelo debe hacerse en función de cada caso específico. En opinión de María Verde, “se deben tener en cuenta las características e intereses específicos del menor, de cada familia y del contexto, priorizando por encima de todo el bienestar emocional y la calidad de vida del niño o niña con autismo”.