Cada año en China, millones de estudiantes de secundaria se juegan su destino con el ‘gaokao’, el examen por el que se preparan 12 horas al día para ingresar a la universidad.
Una sala de un hospital del sur de China se ha transformado en aula improvisada para alumnos con coronavirus. Los exámenes de acceso a la universidad en este país son fruto de años de trabajo y perder la cita por culpa del coronavirus es visto como una tragedia.
Desde el lunes 7 de junio, once millones de chinos están inmersos en las pruebas del ‘gaokao’, exámenes sobre todo para los estudiantes de familias modestas determinan su futuro y deciden si cursarán o no estudios superiores.
La competencia en el ámbito escolar en China es muy dura y solo los alumnos con notas altas pueden acceder a las mejores universidades.
Este año, el descubrimiento de un foco de COVID-19 en la provincia de Guangdong (sur), limítrofe con Hong Kong, añadió una dosis extra de nervios para los estudiantes de la zona y sus familias.
Para limitar los contagios, los estudiantes de la provincia, en la que viven más de 100 millones de personas, tienen que respetar un protocolo estricto, comenzando por el uso de mascarilla, lavado de manos y distancia entre unos y otros, según imágenes de la televisión pública.
Aquellos alumnos que hayan estado en contacto con enfermos realizan los exámenes en salas donde las medidas de seguridad son aún mayores.
Y quienes han dado positivo y están confinados, se examinan en solitario en salas de hospital donde cámaras de seguridad los vigilan para garantizar que no hacen trampa.
China fue el primer país en registrar casos de COVID-19 a finales de 2019 y desde entonces ha conseguido controlar la enfermedad, aunque de vez en cuando aparecen focos de contaminación.
El año pasado, los exámenes de acceso a la universidad se celebraron en julio, un mes más tarde que la fecha prevista, debido a la pandemia.