Dinamarca completará la reapertura de la mayor parte de la actividad económica y cultural a partir de este viernes, y planea eliminar completamente la mascarilla en agosto, según un acuerdo alcanzado este martes entre el Gobierno y la oposición.
Desde el inicio de la desescalada a finales de marzo han reabierto tiendas, centros comerciales, peluquerías, gimnasios, teatros, cines y locales de música, y ahora lo harán saunas, parques acuáticos y otras actividades, salvo discotecas.
El acceso sigue ligado a un pasaporte digital de COVID-19 que pruebe que se ha pasado la enfermedad, se ha recibido la vacuna o se ha dado negativo en una prueba las últimas 72 horas, aunque en ciertos casos no será obligatorio mostrarlo y habrá controles aleatorios.
Las enseñanzas medias y superiores eliminarán de forma total la educación a distancia a partir del viernes y se acelerará la vuelta al trabajo presencial, además de elevar el límite en las reuniones públicas a 50 personas en interiores y 100 en exteriores.
Dinamarca introdujo el uso obligatorio de la mascarilla en agosto pasado, aunque solo en el transporte y en interiores, pero ahora quiere que esta sea eliminada cuando se haya completado la vacunación de la población en agosto, según el acuerdo entre el Partido Socialdemócrata en el poder y otras ocho formaciones.
De acuerdo con el plan, el llamado pasaporte de COVID-19 se eliminará también en agosto.
EPIDEMIA CONTROLADA GRACIAS A TEST Y RASTREO
«Dinamarca se encuentra en un buen lugar con las herramientas adecuadas para mantener el control epidémico. Tenemos una capacidad de hacer test masivo para controlar el contagio y actuar contra brotes locales para romper rápido las cadenas de transmisión», señaló en un comunicado el ministro de Sanidad, Magnus Heunicke.
Este país nórdico ha esquivado de momento la tercera ola de coronavirus, aunque la tasa de positividad ha crecido ligeramente en los últimos días por encima del 0,60 %.
Dinamarca es uno de los países menos afectados en Europa, con 2.503 fallecidos registrados por COVID-19 y una tasa de mortalidad de 43,02 por 100 000 habitantes.
El control de la epidemia fue uno de los argumentos de las autoridades para eliminar de su programa de vacunación oficial las vacunas de AstraZeneca y Johnson & Johnson por los casos anómalos de trombosis, aunque se podrán recibir de forma voluntaria.