El tacto es quizá uno de los sentidos humanos al que menos atención prestamos en esta época y sin embargo es nuestra primera conexión con el mundo, y desde donde podemos acceder a nuestro inconsciente.
En esta nueva era del “individualismo aséptico”, el tacto vuelve a quedar relegado al ostracismo de los sentidos; “Vista, oído, olfato, gusto y tacto”, así fue como lo aprendimos en la escuela.
Nos guste o no, somos una envoltura de piel, el órgano por el que las sensaciones hápticas van y vienen constantemente. Quizá por ello, no somos tan conscientes, ya que siempre han estado ahí, pero son sensaciones vitales para la mayoría de seres vivos.
Si este desapego del tacto que ya había comenzado con la era digital, donde ya apenas leemos libros en papel, nuestros amigos son cada vez más virtuales o hacemos muchas de nuestras compras on line, las medidas de distanciamiento en esta situación de la pandemia del COVID-19, nos están deshumanizando a la velocidad de la luz.
Ciertamente, estamos des- socializándonos de este sentido básico, pero que parece ser “ciudadano de segunda”
Los besos, las caricias, los abrazos u otras formas de contacto físico tienen un efecto aún más poderoso del que nos imaginamos en nuestro bienestar físico y psicológico sin lugar a dudas.
Dentro de las terapias manuales y de respiración, se encuentra el, cada vez más conocido, método Rosen, se basa en la unión del masaje y de la psicología, un tipo de psicomasaje, donde se tocan suavemente diferentes partes del cuerpo del paciente.
El método Rosen es una técnica de terapia corporal que se basa en la premisa de la existencia de una conexión entre la tensión muscular crónica que todos llevamos en mayor o menor grado y nuestras emociones o traumas reprimidos a lo largo de la vida.
En palabras del profesor de psicología Dacher Keltner de la Universidad de Berkeley, el tacto, es una forma más de comunicación esencial con los demás y de transmisión de emociones.
Y es que la cercanía nos hace cooperar, lo que nos ayuda a reducir el estrés, aumentando la confianza en la otra persona y produciendo un aumento en la producción de oxitocina, la hormona responsable de facilitar el vínculo afectivo.
Ahora que salimos poco de nuestras casas y si lo hacemos vamos con mascarillas, desconfiando de las personas que nos encontramos en nuestro camino al supermercado, donde muchas personas no pueden ni tan siquiera acercarse físicamente a sus seres queridos, cuando sabemos que la distancia física lleva a la distancia emocional, es hora de reflexionar en estos momentos distópicos sobre los estímulos táctiles con lenguaje propio y sus beneficios terapéuticos.
La forma de tocar a la persona está a medio camino entre masajear y acariciar, al mismo tiempo que como terapeutas, utilizamos nuestras manos, el movimiento y la palabra con el fin de disminuir la tensión psíquica, física y emocional. De esta manera la persona podrá poco a poco liberar la fatiga, el estrés y las emociones negativas en general, que es lo que muchas veces nos lleva a las somatizaciones agudas o crónicas que conviven con nosotros a diario.
¿QUIÉN FUE MARIO ROSEN?
Marion Rosen fue una fisioterapeuta germano-estadounidense, quien desarrolló este método que más tarde llevó su nombre como una metodología orientada al crecimiento y la mejora del bienestar y de la calidad de las personas.
Aplicando este método no-intrusivo, es posible sanar problemas físicos y emocionales donde a lo largo de las sesiones se puede apreciar una clara mejoría en la mayor parte de las personas según se ha podido comprobar en la práctica clínica.
Para ser terapeuta Rosen, hay que tener amplios conocimientos y experiencia en el ámbito de las terapias naturales, la fisioterapia y la psicología. A través del Instituto Rosen, existen en la actualidad muchos cursos donde poder formarte y avalar tu certificación en este método.