Un grupo de investigadores del Centro Común de Investigación de la Comisión Europea ha desarrollado una base de datos de las emisiones de gases de efecto invernadero del sistema alimentario mundial denominada EDGAR-FOOD. Esta base refleja una estimación de estos gases (dióxido de carbono, metano, óxido de nitrógeno y gases fluorados) emitidos al planeta entre los años 1990 y 2015 en relación a la cadena alimentaria, desde la producción hasta la mesa del consumidor, incluyéndose también el procesamiento, el almacenamiento, el transporte y el envasado de los productos alimenticios.
Se puede decir que la base de datos EDGAR-FOOD es una radiografía de la contribución de nuestra producción alimentaria al calentamiento del planeta y el cambio climático, que tiene como cometido ayudar a los responsables políticos, instituciones, empresas, etc., a tomar decisiones que mejoren el sistema alimentario reduciendo la huella del carbono y el resto de gases de efecto invernadero, centrándose inicialmente en aquellos eslabones de la cadena alimentaria que más emisiones generan.
El nombre de la base de datos procede de la unión de la información facilitada por EDGAR (base de datos de emisiones de la investigación atmosférica global), y los datos de FAOSTAT (datos estadísticos recopilados y mantenidos por la FAO sobre las emisiones por el uso de la tierra para la producción de alimentos). Los expertos comentan que EDGAR-FOOD es una base de datos completa y coherente en el tiempo y el espacio, de las emisiones de los gases de efecto invernadero del sistema alimentario mundial, siendo una herramienta que da respuesta a la falta de datos detallados que no proporcionan algunos países en relación a las emisiones y que son esenciales para poder llevar a cabo acciones efectivas para reducirlas.
Según los resultados, en 2015 las emisiones del sistema alimentario ascendieron a 18 gigatoneladas de CO2 a nivel mundial, lo que representa el 34% de las emisiones totales de gases de efecto invernadero. Los mayores segmentos de emisión procedieron de la agricultura y las actividades de uso de la tierra y su cambio de uso (71%), el resto fue aportado por las actividades que realizan las cadenas de suministros, como el almacenamiento, el transporte, la gestión de residuos, los procesos industriales y el embalaje, el consumo, etc. En la configuración de la base se tienen en cuenta las tendencias temporales y las contribuciones a las emisiones de gases de efecto invernadero en el sistema alimentario por regiones.
Los datos hacen plantearse cambios significativos en el sistema alimentario mundial, según las estadísticas, los sistemas alimentarios generan una media de dos toneladas de CO2 equivalente por persona y año. Merece la pena destacar que desde el año 1990, los sistemas de procesamiento y distribución de alimentos han incrementado significativamente su gasto energético y su huella de carbono.
Aunque en muchas ocasiones hemos hablado del impacto de la ganadería en la emisión de gases de efecto invernadero, merece la pena recordar que los alimentos básicos provocan un enorme impacto ambiental, según un estudio realizado en 2016 por Oxfam, alimentos como el arroz, el maíz o la soja, entre otros, generan un elevado nivel de emisiones de gases de efecto invernadero, con un volumen comparable al emitido de forma individual por casi cualquier país del mundo, salvo Estados Unidos y China, de ello hablábamos aquí.
Los responsables de esta base de datos comentan que los ciudadanos de la Unión Europea esperan alimentos sostenibles con bajas emisiones de gases de efecto invernadero, sin embargo, recordamos algunos estudios que muestran que una gran parte de los consumidores priorizan el precio de los productos alimenticios sobre otras cuestiones, aunque poco a poco se va logrando que la conciencia medioambiental esté por encima de otras cuestiones como por ejemplo el precio de los alimentos. Hay otras cuestiones que merece la pena tener en cuenta, por ejemplo, según una investigación de la Escuela de Salud Pública Bloomberg de la Universidad Johns Hopkins, muchos países que quieran luchar contra el hambre, la desnutrición y contar con una dieta saludable, podrían tener que incrementar sus emisiones de gases de efecto invernadero, lo que resulta contraproducente para preservar el planeta y alcanzar los ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenible).
Los investigadores argumentan que la proporción de emisiones de gases de efecto invernadero en relación al uso de la energía y el procesamiento industrial se incrementa año tras año, lo que demuestra que es prioritario invertir en tecnologías que sean más eficientes energéticamente, sistemas que faciliten reducir de forma significativa las emisiones de gases de efecto invernadero, etc. Para los expertos no hay duda alguna, los sistemas alimentarios necesitan una profunda transformación y reestructuración, pero hay que añadir que también es necesario educar y concienciar a la población sobre la importancia de que la dieta esté formada por alimentos sostenibles con una reducida huella climática.
Os recomendamos acceder a esta página de la CE para conocer más detalles sobre la base de datos, y también a este artículo publicado en la revista científica Nature Foods.