Delia Castellano trabaja como científica desde hace una década en el centro de investigación del Hospital La Fe de Valencia. A día de hoy puede considerarse afortunada porque ha conseguido, después de un duro camino, cierta estabilidad laboral en un entorno muy precarizado. “La investigación está muy mal en general, así que imagínate para las mujeres”, dice. Para Castellano hay un problema de base que afecta a todos los centros de investigación en España: la ciencia, en general, no es visible y la profesión de investigador es muy precaria. “Los gobiernos dan poco dinero para conceder proyectos pero es que, además, no hay mecanismos para facilitar las contrataciones, para distribuir correctamente ese dinero. Hay que romper con el esquema de cómo se contrata al personal investigador”. El periplo para lograr el reconocimiento de su puesto como investigadora terminó en enero de 2021 con una sentencia que ha creado un precedente para futuros investigadores al reconocer que lo que hace son funciones estructurales, admitiendo además su antigüedad desde 2009, que es cuando comenzó a trabajar en el centro encadenando proyectos y contratos.
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La precariedad de la ciencia no es la única barrera. El género marca un plus de dificultad: faltan referentes femeninos y las mujeres que llegan a la ciencia se encuentran con las barreras habituales de los entornos que han sido históricamente masculinos, incluida la ceguera hacia la maternidad y los cuidados. Según explica Carmen Fenoll, investigadora y presidenta de la Asociación de Mujeres Investigadoras y Tecnólogas (AMIT), las mujeres que logran acceder a la ciencia se encuentran con entornos académicos hostiles, todavía plagados de estereotipos y sesgos inconscientes contra su capacidad, que dificultan su progreso de un modo sutil pero efectivo. “Muchas abandonan y otras se quedan estancadas y nunca consiguen desarrollar su potencial. Por eso solo ocupan en torno al 20% de las plazas de mayor nivel profesional en la investigación y su participación en el liderazgo y la toma de decisiones en ciencia sigue siendo anecdótica. Con esto se cierra un círculo pernicioso de invisibilidad que está siendo muy difícil de romper, pese a los innegables avances legislativos conquistados en los últimos años”, señala.
El inicio de la pandemia hizo visible lo que ya era evidente: la maternidad y los cuidados suponen un freno o, incluso, el abandono de las carreras científicas. El documento Género y ciencia frente al coronavirus, elaborado por la Unidad de Mujeres y Ciencia del Gabinete del Ministro de Ciencia e Innovación, señala el mayor impacto que el confinamiento derivado de la pandemia ha tenido en cómo sostienen las mujeres la vida familiar y la vida laboral: su tiempo dedicado a actividades domésticas y los cuidados triplicaba el de los hombres. Ellos pueden ser padres sin que se les note la paternidad. “La desigual disponibilidad de tiempo para dedicar a la ciencia entre hombres y mujeres había sido ya puesta de manifiesto en las investigaciones sobre género y ciencia. En esta ocasión, se ha hecho evidente en un corto espacio de tiempo. Tras algo más de dos meses de confinamiento, declaraciones de editoras y editores de revistas académicas advierten de diferencias significativas en el número de artículos recibidos durante el confinamiento firmados por hombres y mujeres: “ellos han tenido más tiempo para publicar”. En un modelo de carrera competitiva donde el número de publicaciones es uno de los mayores activos, el confinamiento ha permitido acumular puntos en la carrera por la “productividad” a quien no tiene que conciliar, a quien ha tenido tiempo disponible y de calidad para escribir, lo cual supone un agravio comparativo evidente y una forma de discriminación indirecta hacia las científicas”, expone el informe del Ministerio.
Para Delia Castellano este es un aspecto complejo de abordar. “Durante una baja por maternidad, tú no estás en el laboratorio. Pasa el tiempo del proyecto y tú no publicas, no colaboras, no obtienes resultados. No hay nadie que te reemplace y el proyecto puede caerse y otro año, no te lo dan. Esto cambiaría si hubiera otro sistema de contratación muy distinto”. Y eso afecta también a lo que señalaba Carmen Fenoll: hay muy pocas mujeres con puestos de responsabilidad. “Si tú decides dedicarte más a tu familia al final tienes que optar por trabajos más de base, más técnicos, que te ayudan a compaginar la vida y el trabajo. No puedes apuntar alto a nivel profesional, porque son tareas que ocupan muchas horas, que exigen mucho de nosotras. Tienes que tomar una decisión y pensar que, si quieres dedicarte a la maternidad, lo laboral va a mermar”, cuenta Castellano.
Sin referentes para las niñas: científicas invisibles y poco reconocidas
Sin olvidar que debe mejorar la situación de las científicas de hoy, desde diferentes organismos y asociaciones buscan inspirar en las niñas vocaciones científicas. En 2015, la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamaba el 11 de febrero el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia. El objetivo es incentivar la participación de las mujeres y las niñas en la ciencia desde la igualdad de oportunidades y el empoderamiento. En España nacía un año después la iniciativa 11 de febrero, formada por un grupo de personas del ámbito científico, para promover y aunar todas aquellas actividades que den visibilidad al trabajo de las científicas y puedan allanar el camino de esa presencia de las mujeres en las carreras STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas, por sus siglas en inglés).
Según una de las portavoces de la iniciativa, se busca visibilizar a todas esas pioneras en carreras STEM que, por su género, han sido (y siguen siendo) totalmente olvidadas por la historia, por los libros y por la ciudadanía en general. Además de darlas a conocer, buscan demostrar a las niñas, niños y adolescentes que esas mujeres pudieron llegar a la ciencia en tiempos muy difíciles para la mujer; e insisten en que no sólo se debe concienciar a las niñas, también los niños deben conocer estos referentes para poder avanzar: “De nada sirve empoderar a las niñas si los niños siguen teniendo comportamientos machistas”.
Según Carmen Fenoll, la consecuencia inmediata de la falta de imágenes y referentes de mujeres (menos del 8% en los libros de secundaria) es que niñas, niños y jóvenes perciben que la ciencia es cosa de hombres. También sostiene que la sociedad, las familias y las escuelas dudan sistemáticamente de la idoneidad y capacidad de las niñas para dedicarse a la ciencia y a la ingeniería, haciendo que estas niñas terminen dudando ellas mismas. En 2019 solo el 28,5% de las matrículas en carreras científicas correspondían a mujeres. Desde la iniciativa 11 de febrero insisten en que no se trata de forzar a las niñas a estudiar carreras de STEM, sino de “que vean que ellas también pueden cursarlas, que no son menos inteligentes que sus compañeros de clase y, por supuesto, que no se trata de profesiones exclusivas para hombres”.
Hasta hace relativamente poco a las mujeres no les estaba permitido casi nada. Era una rareza encontrar mujeres en campos relacionados con la ciencia y la tecnología, y mucho menos que su trabajo fuera reconocido. La historia de la ciencia ha minimizado el talento y la contribución de las mujeres científicas, cuando no se les ha robado directamente los galardones que les correspondían. Según datos de Maldito feminismo, desde 1901 a 2020, se ha otorgado el Premio Nobel a 58 mujeres –y sólo la mitad relacionados con la ciencia– frente a los 876 hombres que han recogido este premio que hoy supone reconocimiento pero también la jugosa cuantía de 800.000 euros. La AMIT denunciaba en 2015 que en España las mujeres solo reciben el 7% de los premios científicos con una dotación económica mayor de 100.000 euros.
Para Carmen Fenoll que tan pocas científicas hayan pasado a la historia de la ciencia ha hecho que menos mujeres se plantearan la posibilidad de ser científicas ellas mismas. Y eso, según Fenoll, ha supuesto un desperdicio de talento que es imposible medir, pero que está ahí. “Teniendo en cuenta que las mujeres son la mitad de la población y que no son menos capaces que los hombres, no sabemos hasta dónde habría llegado ya la ciencia si no se hubiese desperdiciado tanto talento. En parte por el efecto Matilda, esta invisibilidad influye en la bajísima proporción de mujeres en las ciencias duras y algunas ingenierías en las aulas universitarias. Ellas, las ausentes, hubiesen sido las científicas que necesitamos para construir nuestro futuro; pero no están y no estarán”.
El efecto Matilda debe su nombre a Matilda Joslyn Gage, la activista norteamericana del siglo XIX que denunció por primera vez que a las mujeres investigadoras se les negaban sus méritos y la autoría de sus descubrimientos. La campaña No more Matildas, iniciada por la AMIT, busca precisamente que se hable de ello. “Muchas fueron genios e hicieron aportaciones clave para el avance del conocimiento; muchas otras consiguieron con su trabajo que la ciencia fuera cada vez mejor. La campaña muestra que las mujeres científicas son parte de la historia de nuestra civilización, aunque haya habido un intento, consciente o inconsciente, de borrarlas de ella. Y empieza a llevar la reparación de este efecto a los libros de texto de primaria y secundaria”, explica Fenoll.
En el marco de la campaña se han creado diversos materiales como vídeos, anexos para libros de textos que incluyen a grandes científicas o una colección de álbumes ilustrados (Matilda Einstein, Matilda Fleming y Matilda Schrödringer) a través de la cual invitan a imaginar qué hubiera pasado si Albert Einstein, Alexander Flemin y Erwin Schrödinger hubieran nacido mujeres. Es seguro que se hubieran convertido en Matildas y para AMIT es importante que niñas y niños conozcan esta parte de la historia.
“No podemos aceptar que los libros con los que se educan nuestras niñas y niños sigan dando una imagen distorsionada de la realidad. Además, la consideración de género y sexo biológico en investigación es esencial. Sin ella, ni la biología, ni la medicina, ni la ingeniería ni la Inteligencia Artificial pueden conseguir resultados creíbles. Desde el desarrollo de nuevos medicamentos, que sabemos que no afectan por igual a ambos sexos, hasta la inteligencia artificial, que tiene que incorporar las imágenes y problemas de las mujeres para representar fielmente la realidad y por tanto ser útil, la ciencia y sus aplicaciones no pueden olvidar a las mujeres, a la mitad de la humanidad. Las científicas somos quienes hemos alertado del problema e impulsado un cambio en la forma de hacer investigación, así de importante es que nos dediquemos a este empeño”, concluye Fenoll.