A diferencia de otros niños que sueñan con ser astronautas o marineros, Ricardo Roca Rey (1920-1985) sorprendió a sus padres confesando que de grande quería ser camionero. ¿La razón? Anhelaba conocer todos los rincones del Perú.
Para él, el amor por su país, por entenderlo e interpretarlo siempre estuvo vinculado a las artes: por ello Roca Rey desde una temprana edad supo destacar como actor y director teatral. Y conforme fue creciendo, su interés se involucró en otros géneros como la danza, la música y el cine. Dominó espacios más allá de las tablas, como la radio, la televisión, la dirección de festivales, fiestas taurinas y hasta la investigación, logrando ser admirado por varias generaciones de artistas.
Construcción del tiempo
¿Cómo fue crecer con un hombre con tanto talento? Le preguntamos a su hijo Ricardo Roca Rey Cisneros, autor de Ricardo Roca Rey: Una profunda huella, libro que conmemora los cien años de nacimiento de su padre. “Mi padre nació en el Centro de Lima, donde antiguamente se levantó el Teatro Politeama. Desde su nacimiento estuvo anecdóticamente vinculado al teatro”, nos dice Roca Rey Cisneros, explicando que el arte estuvo con él desde sus primeros días hasta el último. ““Fue creciendo como artista y nosotros crecimos con esa imagen. Mi hermana Baty heredó su vena artística. Mi madre también fue aficionada al arte, fue una destacada bailarina de ballet de la Asociación de Artistas Aficionados (AAA). Fue ahí donde se conocieron”.
Aunque su profesión fue la de Ingeniero Civil siempre encontraba el tiempo para involucrarse en nuevos y grandes proyectos artísticos, muchos de ellos ad honórem.
Este libro recoge ampliamente el legado de Ricardo Roca Rey. A través de testimonios, cartas, documentos e impresionantes fotografías se construye una época clave de la historia artística de nuestro país, en donde la dirección e inventiva de Rocay Rey tuvo un papel importante.
El primer contacto
Desde tu etapa escolar, a los 13 años, debutó en la actuación y a los 18 realizó su primera dirección escénica con la obra El médico a palos de Moliere. Esta marcó un hito en su trayectoria. En 1938, a pocos meses de fundada la AAA por Alejandro Miró Quesada Garland, Manuel Solari Swayne y Percy Gibson; Ricardo actúa en De los Invencibles Hechos de Don Quijote de la Mancha, entremés de Juan de Ávila, dirigido por Corina Garland en el Teatro Municipal. Actúa con sus hermanos Bernardo y Juan, y con una joven Chabuca Granda, antes de ser la reconocida compositora y cantante.
Pero el inicio formal de su trayectoria como director escénico fue con Maquillage de Jorge Eduardo Eielson, en 1950, cuya puesta en escena recibió muchos elogios por la prensa.
Un año después montó, en el atrio de la Catedral de Lima, la que sería la obra más ambiciosa bajo su dirección: El Gran Teatro del Mundo de Calderón de la Barca. Esta compleja obra, que montó en 4 oportunidades, es la que más satisfacciones le dio. En el reparto estuvo Elvira Travesí y Las Tres Gracias de la Hermosura fueron representadas por Chabuca Granda, Mocha Graña y Baty Cisneros, su esposa.
Otros espectáculos al aire libre fueron los que dirigió en la Plaza de Toros de Acho: estampas peruanas que celebraron a Pancho Fierro, coreografías de las principales danzas peruanas como el baile de las tijeras, shapis, chonguinada, diablada, morenada, zapateo, etc., y las voces de importantes representantes de la tradición cultural del país como Nicomedes Santa Cruz.
Son 51 piezas teatrales las que consigna este libro y se visualiza a través del registro fotográfico clásicos universales como Romeo y Julieta o Collacocha, Inca y La muerte de Atahualpa, este último se montó en la zona arqueológica de Puruchuco: “En teatro y televisión le da mucho énfasis a la producción de obras y autores nacionales. Usa permanentemente elementos peruanos o que muestran la peruanidad en la escenografía, vestuario y utilería. Fue pionero en la dirección de televisión. Hizo los programas de música criolla Festival Cristal de la Canción Criolla y en esa misma época los Festivales Cristal del Cuento Peruano”, recuerda su hijo y destaca otros programas como Kid Cristal, que marcó el debut de Ricardo Blume en la televisión. Blume y Saby Kamalich fueron sus grandes amigos y discípulos.
Pero su pasión natural por el teatro no se apartó de él, de tal manera que lo llevó a la pantalla chica con el programa Teatro Universal en horario estelar.
Habilidad heterogénea
En el cine se inicia como actor con La Lunareja (1946), basada en la tradición de Ricardo Palma Una moza de rompe y raja. Entre las sorpresas de este largometraje es que tuvo la actuación de la cantante Matilde Urrutia quien se encontraba en el país, posteriormente sería la esposa del poeta Pablo Neruda. Esta película llegó a ser transmitida en la “Cinemateque” de París y en países de Sudamérica, lamentablemente en la actualidad se recuperaron solo algunas partes.
En los años setenta participa como asesor y director de los cortos El Oro del Perú, Mamacha Cocharcas de Sapallanga, La Fiesta del Agua, Plata Peruana y Los Doce Pares de Francia. Su maestría en la dirección teatral la llevó a congresos, festivales de Lima y coreografías náuticas en Ancón y la celebrada reunión del Grupo de los 77, un encuentro internacional que se realizó en Perú, clave para mostrar la cultura peruana al mundo: congregó costumbres, música y danza de origen andino y afroperuano, así como la marinera. Fue un espectáculo diverso y colorido y quizá uno de los primeros que integraron la esencia y diversidad peruana en un solo lugar. El director y director teatral Jorge Chiarella anotó sobre esta puesta en escena: “Nadie como Ricardo Roca Rey pudo llevar mejor nuestro folklore a los escenarios dándole una espectacularidad de calidad realmente internacional. Gran amante y conocedor de nuestras danzas, costumbres, mitos, Ricardo ofreció para la Reunión de los 77, un programa que marcó época y escuela”.
Legado y memoria
¿Qué mejor objeto que un libro para materializar un legado? Fue por este motivo que Ricardo, con la colaboración de sus hermanos Gonzalo, Baty y Luz María, congregó en estas páginas toda una vida de trabajo de su padre dedicado a su país: “Creemos que su legado fue dignificar la actividad teatral. Con su trabajo serio, metódico, honesto y su proceder dio ejemplo. Promocionó el espíritu nacional en todo lo que hizo y logró afianzar un elenco de primer nivel, no solo de actores, sino con quienes participan detrás del telón”, finaliza Ricardo.
En esencia, este libro es una memoria de amor hacia su padre.