“De forma que sí, a veces me invade un pesar, como en este momento, el de no poder compartir contigo este inicio de la primavera, el perfume del manzano que acaba de florecer, la fascinación al encontrar una pequeña culebra detrás de un viejo montón de leña, ese libro para niños que he escrito sabiendo que no iba a leértelo. Me consuelo diciéndome que, si sin ti, sin duda, yo pierdo mucho, tú, desde luego, no te pierdes gran cosa”, concluye una carta del escritor francés Jean-Baptiste del Amo publicada originalmente el pasado mes de abril en la web cultural France Inter y traducida por Lydia Vázquez para El Asombrario.
La misiva del autor de novelas como La sal o Reino Animal está dirigida al hijo que decidió no tener, al que explica las motivaciones de su decisión, entre las que destaca las consecuencias de la acción del hombre sobre el planeta: el cambio climático, la deforestación de bosques, la contaminación de mares y océanos, la “ávida búsqueda del beneficio” por encima de los avisos y señales de agotamiento del planeta. “En realidad, seguro que no tendría gran cosa que darte. No tendría la solución para permitirte pasar por la vida sin quemarte. No tendría nada que te preservara de crecer, de enfrentarte a la cruda realidad de este mundo, de volverte amargo y taciturno”, escribía con pesadumbre.
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La decisión y las preocupaciones de Jean-Baptiste del Amo no son una excepción. En 2019 ésta dio lugar a la creación del movimiento Birth Strike, que se podría definir como una huelga de partos a la que se sumaron mujeres de diferentes puntos del planeta que sí querían ser madres, pero que consideraban esta decisión personal una respuesta “ante la inminente crisis climática y el colapso de la civilización”. En Estados Unidos, por ejemplo, una reflexión similar dio origen también a la plataforma Conceivable Future. “Para nosotras, a diferencia de para muchos de nuestros líderes, el concepto de ‘generaciones futuras’ es un asunto práctico: es imposible que seamos madres sin considerar a qué tipo de mundo se enfrentarán nuestros hijos”, afirman en su carta de presentación, en la que exigen el derecho “a tomar decisiones reproductivas libres de daños masivos y evitables”; y el fin de los subsidios de la administración norteamericana a los combustibles fósiles “como un acto de compromiso con nuestra generación y las que les seguirán”.
Esta tendencia ha sido reafirmada recientemente por los resultados de un estudio publicado en la revista Climatic Change y obtenidos tras encuestar a 600 personas preocupadas por el cambio climático de entre 27 y 45 años. El 96,5% de los encuestados se mostraron “muy” o “extremadamente preocupados” por el bienestar de sus hijos actuales, esperados o hipotéticos en un mundo como el nuestro, acechado por los efectos del cambio climático. Este problema medioambiental y sus consecuencias era el motivo al que muchos de ellos señalaban para no tener hijos. También la causa por la que el 6% de los que ya eran padres y madres mostraban su arrepentimiento por serlo.
“Estos datos demuestran la fuerza con la que el cambio climático está afectando al modo en el que algunas personas piensan sobre sus vidas y su futuro. El hecho de que algunos padres y madres se arrepientan de ser padres por el futuro que espera a sus hijos confirma lo que se ha escrito en otros artículos, aunque estoy seguro de que este tipo de reconocimiento aumentaría si se garantizase el anonimato de los encuestados”, subraya a El País Matthew Schneider-Mayerson, profesor asistente en el Yale NUS College de Singapur y coautor de este primer artículo académico sobre el tema.
“Siento que siendo consecuente no puedo traer a este mundo a un niño al que voy a obligar a intentar sobrevivir en lo que pueden ser condiciones apocalípticas”, afirmó, por ejemplo, una de las encuestadas, una mujer de 27 años. Otra, de 31, aseguraba que el cambio climático era el único factor para decidir no tener hijos biológicos, aunque reconocía que ella sí quería ser madre: “No quiero dar a luz a niños en un mundo agonizante”.
“Esta preocupación fue muy profunda y emocional. Más del 90% de los encuestados describieron un futuro intensamente negativo repleto de crisis climáticas, ecológicas, epidemiológicas, sociales, económicas, políticas, geopolíticas y migratorias superpuestas. Este era un elemento central de sus preocupaciones cuando hablaban sobre la posibilidad de tener hijos”, analiza Schneider-Mayerson.
¿Una nueva crisis de natalidad?
Los autores del estudio reconocen en el mismo que la muestra de su investigación no es representativa de la sociedad americana (qué decir de otras sociedades), ya que los encuestados eran personas con conciencia ambiental, mayoritariamente blancos y con estudios superiores. Algo similar a lo que ocurre si se indaga con lupa en movimientos como Birth Strike o Conceivable Future.
Los demógrafos suelen afirmar que se tienen que dar las condiciones necesarias para que una pareja tenga la seguridad y la confianza económicas de, primero, tener un hijo y luego poder mantenerlo en el medio y largo plazo. La duda es si el cambio climático puede llegar a influir de forma generalizada en esa sensación necesaria de seguridad y confianza.
“Aunque el cambio climático es una preocupación creciente, sobre todo entre las generaciones más jóvenes, los principales motivos por los que no se tienen hijos (o se tienen menos de los que se desean) en un país como España son razones económicas (desempleo, precariedad laboral e incertidumbre sobre el futuro), el escaso apoyo institucional a las responsabilidades de crianza y a la conciliación de la vida laboral, familiar y personal, y la desigualdad de género en el reparto del trabajo doméstico y de cuidado en el ámbito familiar”, afirma Teresa Castro, miembro del Grupo de Dinámicas Demográficas del CSIC.
Según la Encuesta de Fecundidad de 2018 del INE, que no incluyó entre los motivos para no tener hijos la preocupación por el cambio climático, entre las mujeres de 25-39 años que no tienen hijos ni intención de tenerlos existe un grupo importante que asegura no querer ser madre (14%) o no querer ver reducida su libertad personal (8%). Sin embargo, como señala Castro, son más frecuentes los motivos que reflejan barreras a la maternidad como, por ejemplo, no tener pareja (21%), las dificultades para afrontar económicamente la crianza de un hijo (19%) o los potenciales conflictos con la carrera profesional (12%).
“España tiene unos de los niveles de fecundidad más bajos del mundo (1,23 hijos por mujer), pero no hay evidencia empírica de que la preocupación por el cambio climático sea un factor relevante que influya en las decisiones reproductivas. La incertidumbre sobre el futuro sí influye en estas decisiones, pero los estudios existentes indican que esta incertidumbre está más vinculada al ámbito laboral y económico que a la percepción del cambio climático”, añade la demógrafa.
Los efectos de la Eco-Ansiedad en la maternidad
Para Matthew Schneider-Mayerson, una de las conclusiones más importantes de su estudio es que, independientemente de lo que la gente elija hacer (tener o no tener hijos), el cambio climático “está causando a menudo mucha ansiedad y estrés” en las personas con conciencia del problema.
Una afirmación que secunda Silvia Collado, docente e investigadora del Departamento de Psicología y Sociología de la Universidad de Zaragoza y una de las grandes referentes en España en el ámbito de la psicología ambiental. “Se ha visto que la pérdida de entornos naturales, de diversidad y, en general, el deterioro medioambiental puede ser una fuente de sufrimiento y estrés, sobre todo para aquellas personas con una mayor conciencia ecológica; además, también se ha visto que las personas pueden mostrar preocupación por la crisis ecológica actual y futura no sólo por el daño que esta crisis haga al planeta, sino por cómo nos afectará a nosotros y a las generaciones venideras”, asegura.
Desde el ámbito de la psicología se ha acuñado el concepto de eco-ansiedad para referirse a la ansiedad causada por los cambios que está sufriendo y sufrirá nuestro planeta, sobre todo en los países desarrollados, como consecuencia de las acciones humanas. Para la psicóloga, el hecho de decidir no tener hijos por la crisis climática podría ser considerado como “un caso extremo” de eco-ansiedad, ya que el hecho de que ésta acabe condicionando el estilo de vida de una persona es síntoma de un problema grave.
“La eco-ansiedad podría llegar a influir en decisiones tan importantes como tener un hijo, pero sólo para un grupo reducido de la población y muy concienciado sobre esta temática”, argumenta al respecto Collado, que, al igual que Teresa Castro, considera que en base a los datos actuales la realidad es que la mayoría de la gente “no tiene el medio ambiente y su futuro en su lista de pros y contras a la hora de decidir tener un hijo”. No obstante, la experta sí que cree que, si los efectos del cambio climático se hacen cada vez más visibles y no se revierte la situación, “es probable que el grupo de personas altamente preocupados por el futuro del planeta y, por ende, de las generaciones venideras, aumente, repercutiendo a su vez en el número de hijos que tenemos”.
La docente de la Universidad de Zaragoza señala que las investigaciones de la psicología ambiental demuestran que uno de los momentos vitales en los que las personas somos más receptivas a cambiar hacia un estilo de vida más sostenible es cuando tenemos hijos o pensamos en tenerlos, ya que meditar sobre la vida futura de éstos “nos hace replantearnos el legado que les dejaremos y, dado que queremos lo mejor para ellos, intentamos poner nuestro granito de arena para mejorar la situación actual y futura del planeta”.
En ese sentido, Collado concluye que “es lógico sentir ansiedad” si sentimos miedo sobre el futuro del planeta e incluso indefensión y pensamos que, independientemente de lo que hagamos, la situación futura será realmente mala para nuestros hijos. Al respecto y para evitar esta ansiedad, por último, la psicóloga recomienda informarse bien (“para tener una perspectiva objetiva y no catastrófica de la situación”) y trabajar sobre las expectativas: “no podemos pretender cambiar nosotros un problema grave mundial, pero sí podemos aportar nuestro pequeño grano de arena para mejorarlo. Esa parte de controlabilidad de la situación puede ayudarnos a rebajar los niveles de ansiedad”.
LA HUELLA DE CARBONO DE TENER UN HIJO
En el estudio Eco-reproductive concerns in the age of climate change, un 96,5% de los encuestados se mostraban preocupados por el futuro de sus hijos (tenidos o por tener). Ese porcentaje de preocupación descendía, sin embargo, hasta el 60% en lo referente a la huella de carbono generada por el hecho de tener un hijo; un argumento recurrente entre mujeres con conciencia ambiental para decidir no tener un hijo desde que en 2017 un estudio publicado en la revista Environmental Research Letters asegurara que tener un hijo menos era una de las acciones individuales que mayor impacto podría tener sobre el cambio climático, más incluso que vivir sin coche o evitar un vuelo transatlántico al año. “El estudio de 2017, que tuvo un gran impacto en medios, es una importante contribución académica, pero no es un evangelio y la gente no debería tratarlo como tal”, afirma Matthew Schneider-Mayerson, que sin querer entrar en demasiados detalles recuerda que la información sobre la huella de carbono del hecho de tener hijos se basaba en datos de un artículo de 2009, por lo que no incluía el efecto del compromiso político y ciudadano de los últimos años. Una opinión que corrobora la demógrafa Teresa Castro, que considera que la huella de carbono de los futuros hijos disminuirá considerablemente “si se cambia el modelo económico mundial por otro sin combustibles fósiles y las políticas gubernamentales conducen a la sociedad a un estilo de vida más sostenible”.