La pandemia ha cambiado la manera en la que vivimos y ha puesto en evidencia las profundas desigualdades presentes en nuestra sociedad, impactando sobre todo en las poblaciones más vulnerables. De hecho, según la Organización de las Naciones Unidas, existe un riesgo de perder el progreso ganado durante las últimas décadas en los ámbitos sociales, labores, políticos y sanitarios.
Por otro lado, hemos sido testigos de cómo las medidas para proteger a la ciudadanía de la propagación de la COVID-19 han tenido un gran impacto en el desarrollo de las niñas, adolescentes y mujeres que deben permanecer en casa y que, en situaciones de violencia, deben quedarse junto a sus maltratadores. La violencia de género se ha recrudecido por el confinamiento y por el limitado acceso a los servicios públicos de atención y sanción; lo que se refleja en los 11 136 casos de víctimas de violencia atendidos durante el Estado de Emergencia Nacional tan solo de marzo a julio.
De esta manera, nos hace falta entender cuáles son los desafíos que atraviesan las mujeres peruanas y cuáles son las estrategias que debemos implementar como país para construir una nueva convivencia con igualdad de nuestros derechos.
Educación durante la pandemia
En Perú, durante los últimos años, se ha venido registrando una tendencia a la baja en cuanto a deserción escolar, pero debido a la crisis originada por la COVID-19 corre el riesgo de revertirse. Es más, de acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas (ONU), evidencia de pandemias pasadas ha demostrado que las adolescentes se encuentran en particular riesgo de no retornar a la escuela cuando la crisis haya terminado.
De igual forma, señala que incluso antes de la pandemia, millones de niñas a nivel global solo tenían acceso a una educación de pobre calidad y muchas de ellas no lograban alcanzar las competencias mínimas en lectura y matemáticas básicas, ni el nivel de habilidades, conocimientos y oportunidades necesarias para un futuro productivo y satisfactorio.
Por otro lado, la tecnología se ha convertido en una herramienta fundamental de acceso a la información y a la educación para los niños, niñas y adolescentes en todo el país. Sin embargo, para la Comisión Interamericana de la Mujer, es importante recordar que también abre nuevos caminos a los perpetradores.
¿Qué hacer al respecto?
De acuerdo con esta comisión, debemos garantizar la seguridad de nuestras niñas y adolescentes, así como un apoyo adicional para minimizar el aumento de los riesgos de violencia y de abandono escolar una vez termine el confinamiento.
Para ello, las clases escolares en línea (niveles primario, secundario y terciario) deben incluir información sobre recursos disponibles para denunciar casos de violencia, y el equipo docente y académico debe recibir preparación para atender estos casos e identificar situaciones de riesgo de violencia o de abandono y exclusión de forma remota.
Por otro lado, para Unicef, es importante que los padres y madres estén alertas y creen un entorno de diálogo con los niños, niñas y adolescentes sobre cómo y con quién se están comunicando en línea; establezcan normas sobre cómo, cuándo y dónde se puede utilizar internet; y estar familiarizados con las políticas de denuncia y tener acceso a números de líneas de ayuda.
Violencia contra las mujeres y las niñas
Para la Comisión Interamericana de Mujeres (CIM), se debe tener en cuenta que el hogar es el lugar más peligroso para las mujeres y el encierro hace que se incremente el riesgo de violencia contra ellas, teniendo como conflictos alrededor de cuestiones domésticas y familiares.
Ante un panorama en donde los servicios públicos de prevención y atención contra la violencia a la mujer no han estado preparados para una crisis como la COVID-19, la violencia se ha prolongado sin que sea interrumpida y se ha generado una situación de impunidad para el agresor.
¿Qué hacer al respecto?
Para este organismo internacional, es indispensable difundir en la ciudadanía cuáles son las líneas de atención a la violencia, centros de orientación y atención psicológica, psicosocial y jurídica como servicios indispensables y reforzarlos. Sobre todo, garantizando que las denuncias serán atendidas y que las víctimas no están solas.
La crisis del cuidado
Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), las mujeres tienen a su cargo el 76,2% de todas las horas del trabajo de cuidado no remunerado, más del triple que los hombres. Durante la pandemia, son ellas quienes además de sus jornadas laborales, han adoptado las responsabilidades domésticas y de cuidado, particularmente en las familias que están a cargo de adultos mayores dependientes y de niños pequeños que necesitan apoyo para llevar sus clases virtuales.
Esta mayor carga de trabajo impacta negativamente el trabajo remunerado y la salud de las mujeres, sobre todo en ausencia de sistemas de cuidados institucionalizados. Por ejemplo, según un informe del Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables (MIMP), 6 de cada 10 mujeres señalan que durante el aislamiento social obligatorio tuvieron más episodios de estrés de lo usual.
¿Qué hacer al respecto?
Para la Comisión Interamericana de la Mujer es indispensable promover la corresponsabilidad, tanto en lo laboral como en lo doméstico. Asimismo, las empresas tienen la responsabilidad de implementar políticas equitativas que faciliten el teletrabajo a su personal, de manera que, tanto hombres como mujeres puedan conciliar las responsabilidades del hogar y del cuidado con las actividades laborales.
Asimismo, agrega que hay que tener en cuenta que, en nuestro país, la mayoría de los hogares monoparentales están encabezados por mujeres y son ellas las que asumen tanto cargas laborales como domésticas. En ese sentido, es necesario que desde el Estado se garanticen medidas para que ellas puedan continuar en el mercado laboral a través de, por ejemplo, la implementación de servicios de cuidado accesibles y de buena calidad.
Trabajando durante la pandemia
Para los organismos internacionales, es importante que la crisis de la COVID-19 no derive en un retroceso en la participación laboral de las mujeres y en su acceso a los derechos económicos. Sin embargo, según la Comisión Interamericana de Mujeres, son ellas las que parten en peores condiciones para enfrentar la pandemia por presentar una menor participación laboral y concentrarse en los sectores más vulnerables y de baja productividad.
Durante la pandemia, muchas mujeres que se han mantenido dentro del mercado laboral lo han hecho desde la modalidad de teletrabajo. Sin embargo, de acuerdo con la Defensoría del Pueblo, el trabajo remoto está jugando en la mayoría de los casos en contra de las mujeres, especialmente en aquellas que también cuentan con carga familiar.
Pese a que la flexibilidad parece ser una de las ventajas del trabajo remoto, para muchas mujeres esto se ha transformado hasta en un factor perjudicial para su salud pues, según evidencia la socióloga española Cristina Benlloch, es común que las madres realicen su trabajo remoto durante la madrugada, restándole horas de sueño y descanso a su organismo. Como consecuencia, esto puede debilitar su sistema inmunológico haciéndolas más vulnerables al contagio y complicaciones de la COVID – 19.
¿Qué hacer al respecto?
Para la Defensoría del Pueblo, en los casos en que la mujer realiza trabajo remoto, éste debe realizarse de modo regular, sin verse afectado en su productividad. Para ello, es importante que las empresas y las entidades empleadoras conozcan la real situación en que se desenvuelven sus trabajadoras y adopten medidas que permitan flexibilizar el desarrollo de sus actividades.