Un importante hallazgo científico se efectuó en la Amazonía peruana. Biólogos de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos descubrieron una nueva especie de rana arlequín en los bosques nublados de la selva de Ayacucho, en el ámbito del Valle de los Ríos Apurímac, Ene y Mantaro (Vraem).
La nueva especie de rana arlequín fue descubierta en una de las quebradas de un remanente de bosque nuboso cerca de Chiquintirca y Toccate, en la carretera al Vraem. La descripción de la nueva especie se publicó el 23 de setiembre del 2020) en la revista científica Zootaxa.
El equipo de biólogos peruanos que descubrió a esta rana colorida de unos 2 centímetros fue liderado por Valia Herrera Alva, del Museo de Historia Natural de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos; y conformado por Ernesto Castillo Urbina, del mismo Museo de Historia Natural de la UNMSM; Vladimir Díaz Vargas y César Rodolfo Vargas, del Museo de Historia Natural de la Universidad Nacional de San Cristóbal de Huamanga; y Alessandro Catenazzi, de la Universidad Internacional de Florida y del Centro de Ornitología y Biodiversidad (Corbidi).
Los investigadores condujeron observaciones morfológicas y pruebas genéticas para determinar que la rana era en efecto una especie nueva. Se la bautizó como Atelopus moropukaqumir y resalta por su coloración verde con puntos rojos y las manos y pies de color rojo intenso, el nombre de la nueva especie se refiere a su vistosa coloración.
La única localidad conocida para esta ranita arlequín es cerca de Chiquintirca y Toccate en la región Ayacucho. La distribución de muchas ranas arlequines es restringida, lo que significa que es posible que las poblaciones de Atelopus moropukaqumir estén limitadas por la presencia de barreras geográficas, como cañones y ríos grandes.
Según Valia Herrera Alva, el descubrimiento despierta esperanzas por una recuperación de las poblaciones de ranas arlequines. Estas ranas carismáticas pertenecen al género Atelopus, especies que son conocidas por sus colores llamativos en las palmas de sus manos y pies.
Explicó que epidemias de quitridiomicosis, una enfermedad causada por un hongo cutáneo, han causado la desaparición de muchas poblaciones y especies a lo largo de los Andes y en Centroamérica. En varios países latinoamericanos se han establecido programas de crianza en cautiverio, protección de hábitats, investigación y educación ambiental con la finalidad de salvar a estas ranas arlequines de la extinción.
La investigadora afirmó que es importante tener en cuenta que esta especie presenta grandes retos para su conservación ya que sumado a su distribución restringida, se encuentran grandes amenazas que provocan un declive poblacional alarmante.
«Por un lado tenemos al hongo quitridio (Batrachochytrium dendrobatidis), que es una de las amenazas más grandes para estas ranitas, que incluso ha puesto en riesgo a más del 80 % de las especies de este género (Atelopus) a nivel mundial. Y por otro lado, la deforestación de sus hábitats y quema de bosques producto del incremento de los campos de cultivo y ganadería», acotó.
Sostuvo que se requiere tomar medidas para la conservación de los bosques que se ubican en las zonas de tan delicado equilibrio social como son las zonas del Vraem, en los cuales aún existen zonas (a manera de parches) que permanecen sin ser deforestados, por lo que el primer paso de cualquier acción de conservación es reconocer la importancia y unicidad de las especies, y los hábitats donde se encuentran.
Por último, Valia Herrera manifestó que la presencia de esta especie de tan peculiar género, como es Atelopus, aguarda por que se tomen medidas de conservación para estos bosques, lo cual les permita su supervivencia. Mientras tanto, afirmó que los investigadores están comprometidos a seguir buscando y encontrando nuevas especies, adentrándose en la oscuridad de los bosques, removiendo en la hojarasca y escuchando los cantos en sus quebradas para conseguir más que reportar.