Cuando hablamos de abrazos, a algunos se les puede venir a la mente el movimiento generado hace unos años que se expandió por el mundo. Con el lema Abrazos gratis (Free hugs), diversas personas los regalaban por la calle a quienes aparentemente pudiesen necesitarlos. Y es que dar abrazos a otros trae felicidad. “Existe más poder en un fuerte abrazo, que en mil palabras bien articuladas”, refería Ann Hook, autora de novelas y cuentos. Aunque hoy en día hay que expresarse más con la palabra que con el tacto y el roce, el abrazo en los niños sigue siendo imprescindible. Existe en él un fuerte poder curativo. “Pese a nuestra situación sanitaria actual, el discurso con las familias sigue siendo el mismo. Recomiendo seguir fomentando el abrazo de las personas que conviven con el niño. Y es que el no darlo, viviendo bajo el mismo techo, no asegura no contagiarse. Sin embargo, lo conveniente es mantener la distancia de seguridad con aquellas personas que no tienen una convivencia diaria con el menor pese a ser parientes”, explica Ayelén Scacchi, psicóloga infanto-juvenil.Abrazos en la guardería
Dos niños juegan en el parque Paseo del Prado en La Habana (Cuba) en plena pandemia global de Covid19.
“No poder reconfortarse libremente en el abrazo o el beso supone un estrés emocional para los niños, para todos”
El abrazo en su relación con el vínculo y el apego en los niños
El mundo llega a tener un significado por medio de la interacción y esta no puede producirse sin determinadas muestra de afecto. “Según Stanley Greenspan, el afecto del que se carga la relación crea un sentido de propósito en el niño y le ayuda a dar significado a la información que recibe del entorno”, incide Scacchi. En un abrazo encuentras el mejor refugio y apoyo sin juicios. “A los padres de mis pacientes les digo que no pierdan la oportunidad de dar todos los días uno o varios abrazos a sus hijos. Pero de esos en los que te falta el aire. De los que son verdaderas muestras de amor, fuertes e intensos, apapachos(abrazos, en México) para el alma», añade Laura Sánchez von Bertrab, también psicóloga infantil.
Abrazar a otro individuo parece un acto llano. No obstante, trae consigo importantes consecuencias a nivel físico y, sobre todo, emocional y psicológico. “En el momento del abrazo nuestro cuerpo y cerebro activan sustancias neuroquímicas”, sostiene Scacchi.
La profesional precisa cuatro aspectos positivos:
Trae consigo una sensación placentera: Genera calma y bienestar.
Otorga la convicción de poder hacer frente a todas las preocupaciones de la vida.
Añade seguridad, tranquilidad, contención y amor en edades tempranas del niño.
Incrementa la autoestima de los niños porque aporta las fuerzas necesarias para enfrentar de forma eficiente los momentos dolorosos y estresantes de la vida.
Científicamente se ha demostrado que abrazar es otro modo de comunicación. De hecho es la primera muestra de cariño, con el beso, que se le da al bebé que acaba de nacer. El niño necesita el contacto con sus padres constantemente. De este supuesto, se extrae la Teoría del Apego, de John Bowlby. “Abrazando a los niños desde muy pequeños fortalecemos el vínculo y el apego sano y seguro. Si queremos que nuestros hijos se sientan protegidos en el mundo, debemos tener una conexión emocional con ellos por medio del consuelo físico en los momentos más complicados de sus vidas”, prosigue Scacchi. “Si el niño siente que la figura parental le tiende la mano en cualquier situación, tendrá la necesidad y el coraje de explorar y enfrentarse al mundo”, continúa esta profesional especializada en infancia y juventud.
Una terapia también para los adultos
Existen investigaciones de la Universidad de Brown, en Estados Unidos, que evidencian la relación entre los abrazos y el contacto físico de los familiares, con la mejora en el desarrollo intelectual del bebé. Asimismo expertos añaden que también favorece la formación de su carácter. Sánchez von Bertrab anima al resto de padres a que den abrazos a sus hijos por estas razones:
Aporta bienestar: No es preciso un motivo para abrazar a un niño, hay que hacerlo siempre que a uno le nace. También se puede acompañar esa demostración de amor con palabras que reafirmen lo que sienten hacia ellos. Muchos padres aseguran que comienzan abrazando a sus hijos y pronto son ellos mismos los abrazados.
Ayuda a regular las emociones de los hijos: Muchas veces los niños sienten frustración, enojo o tristeza y cuando eso sucede recomiendo a los padres que les pregunten si les gustaría recibir un abrazo. Esos son los abrazos de contención, mediante los que transmitimos seguridad, protección, empatía y ternura. Como padres o adultos de referencia de los niños, tenemos la responsabilidad de acompañarlos en el proceso de aprendizaje, permitiéndoles ser personas seguras y resilientes.
Es una gran terapia para ti también: Abrazar es un acto recíproco. El adulto abraza al niño y lo recibe. El abrazo imprime energía, fuerza y motivación y es bidireccional. Al abrazar a un niño, uno se conecta con uno mismo y recuerdan su camino hacia la autonomía, algo que genera una gran satisfacción.
“Abrazar a los niños y dejarse abrazar, resulta una de las maneras más simples de conexión, de demostración de un sincero cariño y del deseo por lograr que en una situación triste, tensa o agradable, el niño o la persona abrazada sienta una empatía y una calidez imperturbable”, remata Sánchez von Bertrab.