Poco se sabe y pocas evidencias científicas hay alrededor de las infecciones por Covid-19, en el momento actual. Pero lo que sí se conoce es que, aproximadamente, un 10% de los pacientes que ingresan en el hospital terminan requiriendo cuidados intensivos y, en ellos, las consecuencias de la enfermedad y de las múltiples terapias intervencionistas aplicadas, son devastadoras para su futuro inmediato y en ocasiones para toda su vida.
El paciente COVID19 sufre una severa tormenta de citoquinas y de otras sustancias inflamatorias, lo que trae consigo el fracaso de múltiples órganos- no solo el pulmonar- y, entre otros, destaca por su asidua afectación: el renal, el hepático, el neurológico, el hematológico, el endocrinológico, el hemodinámico y el de la coagulación.
También esta severa reacción inflamatoria se asocia a una pérdida muy importante de la masa magra, lo que conlleva A que aquellos que consiguen superar la enfermedad y ser egresados de UCI presentan serias secuelas que les impide desenvolverse en su vida cotidiana sin ayuda de otras personas e incluso instituciones. Algunas de estas secuelas son transitorias, pero otras son permanentes.
Al pasar a planta y, pese que fisioterapeutas y rehabilitadores ya han comenzado a trabajar con ellos en las UCIs, no toleran la sedestación ni mucho menos la bipedestación, necesitando en muchas ocasiones ayuda para actos tan cotidianos como es el comer y, en otras ocasiones ni tan siquiera pueden hacerlo por sufrir disfagias de seguridad muy importantes, necesitando ser alimentados mediante sondas nasogástricas, e incluso en casos más severos y persistentes, en el tiempo, requieren de la realización de una gastrostomía o una yeyunostomía.
Muchos de ellos, incluso ven reducida su capacidad respiratoria por la pérdida de músculos tan importantes como son el diafragma, los intercostales o los accesorios.
Se sabe que un paciente ingresado en UCI e intubado puede llegar a perder al día un kilo de masa magra, lo que conlleva sarcopenias que afectan no solo al aparato motor sino también al deglutorio y a músculos tan importantes como el diafragma, siendo pacientes que por esta pérdida de músculo y por las traqueostomías que suelen requerir, sufren disfagias que requieren de largas rehabilitaciones en manos de logopedas.
La mayoría de ellos, transcurridos meses de ser dados de alta de UCI e incluso del hospital, refieren sentir fatiga y dificultad respiratoria. Esta última a veces se instaura ya como secuela permanente debido a la fibrosis pulmonar que provoca la propia enfermedad y las lesiones pulmonares secundarias al barotrauma y volutrauma asociado a la ventilación mecánica.
También la inmovilización prolongada con posturas poco fisiológicas como el decúbito prono prolongado, provoca lesiones nerviosas, que pueden afectar tanto a los miembros inferiores como a los superiores, siendo una de las más frecuentes la afectación del plexo braquial, provocando paresias que requieren cuanto menos, meses de dura rehabilitación.
Sin olvidar que la gravedad de la enfermedad y la agresividad de las terapias administradas para el mantenimiento del paciente, con sedaciones prolongadas y necesidad de polimedicación, conllevan cuadros confusionales agudos y deterioro prolongado e incluso permanente de la capacidad cognitiva, memoria y capacidad de raciocinio, necesitando de la rehabilitación por los equipos de terapia ocupacional.
Por otro lado, se sabe que en un 78% de los pacientes que son egresados de UCI, aparece algún tipo de anomalía cardíaca, que se prolonga más allá de los dos meses de ser egresados.
Otro de los órganos que continúa alterado al alta es la función renal, muchos de estos pacientes tienen necesidad en UCI de hemodiálisis y su filtrado glomerular al alta todavía no está recuperado, pudiendo persistir esta situación e incluso hacerse crónica.
También y debido a las importantes alteraciones de la coagulación, muchos han sufrido isquemias de miembros y tromboembolismos, siendo no excepcional, la necesidad de amputaciones de partes acras de extremidades.
Pero quizá, el cuadro que presentan y temen todos los enfermos que han tenido que ser sometidos a terapias ventilatorias durante tiempo prolongado, es la aparición del síndrome postraumático de UCI. El síndrome de estrés postraumático aparece en el 20% de los enfermos que sobreviven a un ingreso en estas dependencias, llegando a mermar su calidad de vida.
Cursa con serios problemas psicológicos y psiquiátricos como ansiedad, depresión, falta de concentración, imposibilidad de conciliar el sueño, pesadillas nocturnas, huecos vacíos en su memoria y temor permanente que les impide reintegrarse a su vida cotidiana; cobrando mucha importancia, la colaboración estrecha de psicólogos y psiquiatras, para que la persona termine por entender lo que le ha pasado y cómo afrontarlo.